lunes, 28 de mayo de 2012

Y AHORA VIENE LA ESPAÑA LAMENTABLE

Empieza el buen tiempo y con ello llegan las fiestas populares y las Romerías.
Imágenes de España al mundo, San Fermín, la Tomatina de Buñol, los toros en las calles, bous al carrer, al port, toros enmaromados, toro de la vega, encierros miserables, cabras por la ventana del campanario, patos al agua, gansos en la ría.
Ya hemos asistido a la romería del Rocío y antes vimos corriendo cuesta arriba a los cofrades de distintos lugares de España, para subir al Castillo, en Puente Genil, la más famosa de las carreras, o el sprint de Espejo, con el cura con la sotana arremangada, sujeta al cíngulo y los hermanos lenguafuera.
Y todo esto en nombre de la tradición. Tradición que puede empezar mañana. Una vieja se cae, empieza todo el mundo a bailar alrededor de la pobre señora y ¡hala, el baile de la vieja!
Las fiestas populares son la vergüenza de España, primero, porque es una imagen que exportamos al mundo y segundo porque se gasta un dinero que mientras en esa localidad haya una farola que reparar, un necesitado, un parado, un discapacitado… no debería emplearse un solo céntimo en dejar salir por un día nuestros instintos más básicos a relucir.
Y los toros, aaayyy los toros. Ese es mi dolor, porque soy aficionado. Pero sólo soy aficionado en la plaza. Detesto las fiestas de toros en las calles.
¿Por qué soy aficionado a los toros? Pues supongo que por unos valores ancestrales que tengo hundidos en el fondo de mi ser. Desde hace ya tiempo, para poder vivir en ésta sociedad en paz conmigo mismo, deshice mi escala de valores y volví a reconstruirla, dejando valores como el honor, la palabra, la hombría, la valentía, la bravura, la fuerza, la patria, en lugares que me hacen la vida más sencilla,  mimetizado con mi entorno, y además convencido de que tiene que ser así. Pero cuando por alguna causa afloran ante un hecho singular o sin ir más lejos, cuando deseo hacerlos aflorar, me produce una intensa emoción más poderosa que el raciocinio.
Si yo busco en mi razón los motivos para que sigan existiendo las corridas de toros, lo que encuentro es que no hay nada que justifique coger un animal y sacrificarlo a la manera de las corridas de toros. Sin embargo, hoy en día, extintas tantas especies por el dominio humano, es decir, los extinguimos para comer o porque nos hacen daño, la única manera de mantener esa enorme riqueza zoológica, es que sigan existiendo las corridas. Las ganaderías son un paraíso ecológico de primera magnitud, por la conservación no sólo de ese animal singular, sino por la riqueza de razas y la creación de otras nuevas. Y por otro lado por la conservación de la dehesa, espacio natural único en el mundo de un valor biológico incalculable. No hacen suficiente los taurinos por mostrar lo que se hace en beneficio de la conservación del toro.
Cuando hablamos del tema de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, resulta la paradoja de que con pena, me parece bien, ¿por qué? Porque han elegido democráticamente a unos representantes políticos que han tomado esa decisión. Si en un lugar quieren algo o lo contrario, lo mejor es hacerlo democráticamente. Otra cosa es que mi opinión sea que era innecesario, que los toros en Cataluña iban a extinguirse solos, como se extinguieron en Canarias. El asunto es, que los catalanes han decidido que no quieren esa imagen de Cataluña exportada al mundo.
Sin embargo, la paradoja es permitir las fiestas populares con toros. ¡Increíble!
Las fiestas populares con toros vienen de cuando los mozos deseaban asombrar a las mozas y a los demás paisanos con esos valores arcaicos, valor, chulería, hombría y ellas y ellos valoraban positivamente esa hazaña. Y de allí salían los toreros. Y la cuestión es (si no has asistido te lo cuento yo o te fijas en las noticias) que acabados hoy en día esos valores, salen a relucir por encima de valor alguno, el instinto de supervivencia, porque sufrir una caída, una voltereta y no digamos una cornada, es ser un gilipollas y haces el ridículo más espantoso aparte del daño sufrido. Nadie repara en nadie, no hay débiles, ni prójimos ni mujeres ni niños, sólo hay que no te pille el toro para no ser la risión.
Si os fijáis, el aficionado está agarrado a la contera de la barrera con un pié en el estribo, o están agarrados a los palos verticales de esas plazas que parecen una grillera, para que no les quiten el sitio y si viene el toro, te dejan pasar sin soltar el palo, o su trozo de barrera, y si caben tres y vienen cuatrocientos ¿¡ah!?,a mi no me quitan el sitio y a toro pasado, ¡zas!, patadón en el testuz del animal. ¡Valiente! ¡¡¡Y no quiero dar más detalles!!!
El caso es que eso se produce con dinero público, en lugares públicos, donde no puedes sustraerte del infame festejo, ni puedes decir “¡con mis impuestos no!”, lo mismo lo hacen en tu calle, o cortan la mía. Mal hacen los ayuntamientos en sufragar las corridas de toros, pero por lo menos si quieres vas y si no, no y no lo ves ni lo padeces. Además te cuesta buenos cuartos y hay que pensarse muy mucho si gastarte una fortuna en un espectáculo donde pocas veces sale un toro bravo, que ante el castigo se crece, que lucha hasta la muerte y que tenga delante a un hombre capaz de dominar a una fiera que lo único que está pensando es en destrozarte, (¿nunca te has puesto delante de un choto?, pues resumo: ¡pánico!) y ahí es donde el animal se equivoca y el hombre triunfa. Y a mi me embarga una emoción que anula mi entendimiento.

He salido a comprar el pan y acabo de presenciar una escena referente a los valores de antaño. Un señor  con una muleta, que no llega a los cuarenta, con los andares propios de haber padecido un ictus, pasa por un paso de cebra. Llega un Mercedes e impaciente el conductor, lo aprieta y el señor increpa al conductor y éste suelta un “te libras porque das lástima”. Pues a mi me hubiera gustado que los valores que tuve se hubieran impuesto y decirle “¿y yo, te doy lástima?” y haberme liado a mamporros si fuera menester. Y mis cardenales me hubieran parecido medallas al honor. También me hubiera emocionado verlo hacer a otro. Pero hoy hubiéramos pasado por gilipollas, metomentodo y como los ineducados tampoco tienen esos valores, habríamos pasado años en los juzgados llenando los bolsillos a nuestros amigos abogados. Tampoco está mal que la cosa se zanjara con unas “frases”, ¿no?

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