sábado, 29 de diciembre de 2018

RELATO ERÓTICO EN CÁDIZ

Ay madre! aún resuenan en mis oídos las coplas esas de Carlos Cano que no hay cristiano que le entienda, con esa boca blanda y babosa, pero a la vez tan sensual y ese balbuceo andaluz, pero no ese andaluz cordobés tan fino, sino ese otro de los barrios de Trille de Cádiz o de las tresmil viviendas de Sevilla o del Zaidín de Granada o de Graná como dicen unos o Granede que dicen otros. Qué bonito concierto el de ayer, qué emociones y cómo se ha disipado ya, pero esas letras tan difíciles de recordar que ellos aquí en Cádiz si se las saben, pero a los de fuera nos cuesta entenderlas y no digamos su significado. Luego pregunté y me dijeron la letra y aún a penas puedo recordarla y me cuesta comprender el sentido:
"... el corazón se disloca,
ay que tracatrín 
ay que tracatrán. 

En la luna de Valencia 

t´esfaraté el tesorillo 
de tu boca como fresa 
y allí me dio el tabardillo. 
Disparó la marabunta 
el bicho de ziquitraque 
y se nos puso la cara 
color tomate, color tomate. 
Carabina el regomello, 
faroles pá las esquinas, 
calentitos mañaneros 
pá las hambres culebrinas, 
y pá la fiebre de amores 
a viví que son dos días. 
un son del cuquiguindate 
ay pepinate que da alegría".

¡La madre que los parió! como para entender a esta gente ni sus letras ni su humor ni a sus muertos.
Me duele la cabeza y estoy un poco estragada del vinillo blanco ese del Condado de Huelva que fresquito y suave lo vas dejando entrar, con esas conchas finas y esa gambita blanca, hasta espetos malagueños comimos y ahora, seguro que este pamplinas está pensando si ese olor de sus dedos es de las gambitas, de los espetos o de mi sexo, que no se yo, porque meterme la mano me la metió hasta el codo. Me va a hacer daño pensaba, pero todo me daba igual, estaba entregada y sólo quería gozar y morirme allí mismo de un orgasmo, sabía que me podría estar lesionando por dentro con esa brutalidad que en ese momento sentía como dolor gustoso. La libido está en la mente, no en el cuerpo y me sentía enajenada, envenenada por esas sustancias tan potentes del cerebro, del hipotálamo, del cerebelo, de la hipófisis o de lo que el diablo quiera que fuera. Hasta me hubiera gustado que viniera aquél niño tan mono compañero de Maxi que me miraba tanto. Me di cuenta de que le gustaba, que le gustaban las mujeres ya de edad con las cosas claras, decididas, liberadas. Seguro que está harto de convencer a unas y otras, de echarse a la espalda sus culpas, sus represiones, decir una y otra vez "si no pasa nada" y mentir, mentir y sentirse luego mal. 
Me miraba tímidamente y yo le miraba a él. No recuerdo cómo se llamaba, pero si recuerdo su olor cuando me besó en las presentaciones, un olor seco, astringente, un poco rancio como de armario sucio. Seguro que vive sólo o con una familia de varios hermanos, donde es la guerra. O su madre, si seguramente su madre ha declinado harta de no vivir y se ha dicho "aquí cada uno que haga lo suyo, se acabó ser la chacha de todos" y se ha rendido o a vuelto a comenzar "su vida" a la llegada un nuevo contrato temporal ¿Cuántos años tendrá su madre?
Miré al chico ya loca de deseo, recordando el aroma de su aliento cuando se atrevió con descaro y me cogió de una mano, tiró de mi y comenzamos a bailar esa rumba. Yo no sabía que yo supiera bailar la cumbia y ahí andábamos los dos espatarraos, su pierna entre las mías, pegados por el pubis subiendo y bajando y yo mirando embobada esa boca de dientes un tanto descolocados y sintiendo el aliento fresco y ligeramente alcohólico del muchacho aquél. 
Cuando ya abrazada a Maxi  dispuesta a que el mundo se derrumbara con él  esa noche, miré por encima de su hombro y lo vi mirarme y yo también lo miraba, pero no me atreví a proponerle que metiera al chico en el paquete, me hubiera gustado, me hubiera encantado. Quizá habría hecho de menos a Maxi porque me hubiera lanzado sobre el muchacho aquel a sorberle el miembro tan potente que me imaginaba. Pero no parecía que Maxi tuviera entre sus planes una cosa así, nunca me habló de nada de eso, parece un hombre joven con valores de otro tiempo, pero se que todos los hombres tienen fantasías de este tipo, pero más bien en su tontería sueñan con dos mujeres para él en su cama. Yo sin embargo no he tenido estas fantasías, pero si las tuve esa noche, sentirme penetrada por ambos lados ahí sentada sobre los muslos de Maxi, atravesada por el ano y entregada por delante al muchacho aquél que con una energía arrolladora me destrozaba la vagina y me hacía subir y bajar con la fuerza de sus caderas y caer una y otra vez sobre la polla de Maxi sentado en la silla quieto, con las nalgas apretadas y una mano en cada lado de mi cintura. 
También se me ocurrió que podía corromper a esa niña tan mona con el pelito castaño oscuro, superpija y que parecía desear ser una mujer como yo, bueno casadita y con nenes y un buen día salir del Cadiz ese asfixiante, casposo y oprimido, decir que sí a un amigo de Madrid y pasar con él una noche loca después de comer rabo de toro en Casa Mingo y ver un concierto de Sabina. No, mejor que no chica, libérate o no lo hagas, pero yo no voy a ser tu redentora pensé.
Al fin me decidí a decir que sí a Maxi, compañero de la facultad de periodismo veinte años después. Me contactó por faceboock después de tantos años y llevamos unos cuatro de contacto. He soportado, como no podía ser de otra manera su "acoso" on line, con constantes alusiones e ironías sexuales que  cree  simpáticas y ocurrentes y muchas veces me ha estimulado la imaginación, me ha puesto muy cachonda vaya y me he masturbado agresivamente incluso. Me viene a la mente ahora aquel día, que después de chatear con él me puse de rodillas sobre la descalzadora esa, con el cuerpo apoyado en el respaldo y me grabé con el móvil. Lo curioso es que enseguida me olvidé de la camarita y de la grabación y horas después lo videé. En principio me avergoncé, no me reconocí pero algo más tarde supe que aquel fue un momento de abandono absoluto. Vi a una mujer que era yo desbocada, perdidos totalmente todo tipo de inhibición y con el seso perdido, el seso y el equilibrio. Veo a una mujer que comienza a perder el sentido de si misma, del espacio y del tiempo, que pierde el sistema nervioso, que se apoya en una sola rodilla porque la otra comienza a temblar compulsivamente, que se va hacia delante, pierde el equilibrio y en medio de una convulsión sexual se pega de morros contra el suelo y que ahora puedo recordar tocándome esa ceja abierta, la cicatriz del placer solitario y silencioso.
Ahora tumbada en la cama, después de una noche de calor sofocante, totalmente desnuda bocarriba, siento el cosquilleo de esa mano, abro los ojos y una intensa luz estalla en mis pupilas que se resienten dolorosamente y deben hacerse pequeñas como la punta de un alfiler. Veo a Maxi sentado junto a la cama acariciándome el cuerpo, sobándome el pubis, mirándome con una cara que es un poema. Hace años ya que no me preocupo del cuerpo, ya no tengo vello casi, no tengo  pelo en las axilas ni en el cuerpo, no tengo necesidad de depilarme y con un poco de cuidados mínimos no tengo que cuidar del "felpudo", lo tengo salvaje, pero de un salvajismo nada soez. Me acaricia pero su cara denota desidia y complacencia ante mi indiferencia, debe pensar que es su obligación echar el polvo del churrero. Enseguida cesa y al retirarse puedo ver al fondo las palmeras y la fachada gualda de la plaza de San Antonio de Cádiz, la forja del balcón y los balcones de enfrente. Es una bonita vista con los geranios de la casa en las macetas. ¡Qué locura, no es de día, es de noche! La luz no es del sol, es de las farolas y de la luna llena que entra a raudales por el balcón abierto de par en par, una luna que hace sombras y da luz en el suelo y que hace que la piel de mi cuerpo tenga el color del astro, una luz blanca azulada. También lo veo a él del mismo color. Se levanta con cierta tristeza y cierto disgusto y se aleja, se mete al baño pero no cierra la puerta. Lleva una camiseta de tirantes muy ajustada pero no lleva calzoncillo y le veo el culo. Eso me recuerda un sueño recurrente que oí contar a mi padre siendo chica y que curiosamente mis hermanos dijeron que ellos también lo habían tenido. Era que se encontraban en la calle así, en camiseta y desnudos en mitad de la calle y se tiraban de la camiseta intentando taparse sus vergüenzas pasando una gran angustia. Yo les decía que  porqué no se iban a casa y ya está, pero ellos no contestaban, sólo miraban como diciendo que no entendía.
Le veo en el baño ¡y se está masturbando! Está ahí de pié, veo sus movimientos pero no logro verle la mano ni la polla. De pronto aprieta el culo y le tiembla como un flan. Todo se para y hace unos movimientos como de asearse. Debe haber eyaculado en el lavabo y ahora me siento un poco culpable. Anoche fue muy gentil y cariñoso y a la vez me hizo gozar como hacía mucho tiempo. Quizá he debido responder a su torpe intento, a su triste caricia y hacer el amor una vez más o haberle hecho una mamada. Quizá lo necesitaba pesa a la locura sexual de anoche y que ahora comienzo a recordar. La verdad es que se me hace muy cuestarriba hacerlo de nuevo, me duele el coño y me costaría mucho meterme nada ahí. También me duele el culo, pero me da pena que por un poco de disposición por mi parte no devolverle un poco de lo que él me ha dado. 
En una de sus propuestas por facebook me pilló con la baja de ánimo, deprimida, necesitada de compañía o acaso de afectividad. Acepté a ir a visitarlo a Cádiz donde estaba destinado desde hace un tiempo en ese periodicucho local. Siempre quise volver  allí. Me sorprendió en medio de la frustración de una nueva ruptura y me dije "¿porqué no?" y aquí estoy. Todo ha sido perfecto y fácil. La cena, sus amigos tan distintos entre si de carácter y de edad, su indiferencia quizá a apropósito, la ciudad maravillosa, el concierto... Ahora después de la euforia de la noche, del alcohol y del sexo me encuentro en caída, en fase disfórica y lo que deseo es la soledad, ducharme y quedarme en casa, pero aquí estoy en Cádiz  con este hombre y no soy egoísta. Me apetece fumar un cigarrazo negro de estos que fumo yo. ¿Cómo fue que fumo negro? Si ya recuerdo:  ese Luis, ese chaval del barrio que me echaba el humo a la cara y yo me ponía negra. Comenzamos a tontear, me decía ¿quieres una calada de segunda mano? y me decía que aspirara mientra él me echaba en la boca el humo que salía de la suya. A distancia al principio y luego boca a boca, ahí con los labios apretados sobre los suyos empezamos a retorcer, retorcer hasta que se nos olvidó el cigarrillo que se consumía en su mano hasta que se quemó y nos despertó. Desde entonces fumo ese tabaco negro que ha hecho alguna vez que alguien me dijera que besarme es como besar a un camionero. Cuando alguien deja de fumar vuelve con la suavidad del tabaco rubio y yo nunca  lo he dejado.
Voy a levantarme a echar un cigarro y según cómo me encuentre  haremos el amor de despedida o no. Me está estimulando verlo asomado al balcón, plateado con  la luz de la luna que entra al dormitorio. Está apoyado en la baranda fumando, con el culo al aire debajo de esa camiseta tan antigua ya que nadie usa. Este tío ha sido siempre un clásico. Clásico también en la seducción, despacioso, educado, galante, lo que le hace distinto a todos. Tiene unas piernas fuertes, musculosas y peludas y el culo apretado. Está descalzo y fuma. Me excita esa estampa, ese hombre medio desnudo con la camiseta de tirantes y ese pelazo negro, de espaldas a mi, recién duchado y masturbado. Me levanto y enciendo por fin el cigarrilo y  veo ponerse el calzoncillo, antiguo también de esos que tienen una ranura por donde meter la mano y sacarse el pajarito para mear de pié. Siempre me ha producido envidia ese privilegio divino y ellos no se dan cuenta de ello. También me excita verlo ponerse la horrorosa prenda esa. 
Nunca imaginé que yo iba a hacer como en las películas, eso de ponerme la camisa de él sobre el cuerpo desnudo. Había cogido una pero enseguida el olor a choto y a tabaco me echó para atrás. Encontré colgada en el pomo de una puerta una guayavera, una camisa cubana vaya, de esas blancas de manga larga y bolsillos en el faldón y que usaban algunas veces los señores mayores, parecía recién planchada y limpia y me la coloqué abrochada con un solo botón. Sentada a la mesa fumo otro cigarrillo y le siento moverse por la casa. Miro a un gran espejo y me veo cigarrillo en mano, la melena sobre la cara y una expresión de agotamiento, bolsas en los ojos y una gran tristeza. De pronto aparece su imagen en el reflejo del cristal y veo a un hombre en ropa interior que me mira satisfecho con una sonrisa y los brazos en jarras. Debe estar recordando la noche ¿o el día? pasados cuando me tenía a su merced haciéndome rebotar en el somier penetrándome una y otra vez sin tener que moverse él, que lo  notaba yo. En un momento la cadencia del golpeteo de sus caderas me lanzaba en movimiento muelle sobre el somier y él entraba en mi con una fuerza inmensa tres o cuatro veces sobre polla tiesísima pese a quedar por un momento inmóvil y luego con un sólo empellón me lanzaba a rebotar de nuevo varias veces y me penetraba tan profundamente que pensaba que me iba a partir. Por eso me debe doler ahora la cabeza del útero que lo noto como dolor de culo. Ya ha desaparecido del espejo y veo en una esquina una foto nuestra en blanco y negro de los tiempos de la facultad. ¡qué jóvenes y qué guapos los dos! No se si esa foto está siempre ahí o la ha puesto por mi visita. Lo cierto es que la tiene aún.
Oigo  cerrarse la puerta y sus pasos bajando la escalera. Fumo y fumo, pienso y sueño y me invade una febril tristeza. Me miro al espejo y noto mis ojos rojos e hinchados. De pronto  miro sobre la mesa y veo el cenicero lleno de colillas ¿cuánto tiempo llevaré así? sobre la mesa hay un abanico y unos pendientes verdes. También hay un programa de una obra de teatro, la última vez que actué en El Español. También hay un collar, una baraja y un cepillo del pelo de mujer. Creo que es el momento de irme y volver a Madrid.
Aparece con churros, tejeringos dicen aquí. Mientras le oigo cacharrear en la cocina estoy trasteando con las cosas de mujer que hay encima de la mesa. Siento el aroma del café que me llega claro desde la cocina y me sorprende con los zarcillos en la mano. Lo miro en la distancia y se queda parado, se acerca a la mesa y dice:
- La churrera.
Recuerdo que se acercó a un puesto de churros y lo vi hablar animadamente con la churrera. Más bien él hablaba y ella decía que si a todo y ponía cara de circunstancias con un algo de sumisión y tristeza. Es una mujer de una edad indefinida, no mayor aunque parecía más joven de lo que aparentaba. Tiene raíces blancas en el pelo, de haber abandonado el tinte o haberse tintado una vez, y un mechón azul intenta cubrir la dejadez o tapar su decadencia. Su apariencia es una mezcla de neo hippy y churrera de siempre, porque el mandil que le obliga el oficio y el moño le hace aparentar eso. Viste por debajo de la ropa de trabajo unos pantalones de payaso de esos de rayas de colores con elásticos en los tobillos y zapatillas de trekking, camiseta india hasta casi las rodillas y un fino fular que debe formar parte de su atuendo habitual. Nada de joyas ni collares, nada de maquillaje, al natural y le hace mayor. Ojos tristísimos pero vivos, un poco cargada la espalda y las manos fuertes y poco cuidadas.
Balbuceó algunas palabras y dijo:
- Anoche durmió aquí.
- ¿Cuántos años puede tener?
- A ciencia cierta no sé, pero cuando puso el puesto de castañas en la calle Ancha con su marido o lo que fuera no creo que llegara a los treinta y habrán pasado desde entonces algo más de diez. No pasará de cuarenta o algunos más.
- ¿Castañera, marido? ¡cuéntame eso!
- Y pipera y todo lo que te puedas imaginar menos puta, que lo sabe todo Cádiz y propuestas no le han faltado hasta de ponerle un piso, ¡ah! y con niño. 
Y comenzó a desgranar una historia que es esta.
"Pilar se llama y un buen día junto con el maromo ese pusieron un puesto de castañas en la calle Ancha llegando la navidad. Ella con un bombo ya bastante adelantado. Muertos de frío parecían. Bueno, en realidad muertos de todo. Luego supe que eran una pareja de yonkis que intentaban agarrarse a la vida tras el embarazo de ella. Hicieron de todo, hombre anuncio, fueron perroflautas, estuvieron en las labores del campo, vendieron refrescos en la playa y alquilaban sus servicios a quien los necesitaran por unas perras, lo mismo una mudanza que pintar una casa. En realidad lo que hacían antes para comprar una papelina de caballo, lo comenzaron a hacer para salir adelante. Parece que intervino el Párroco quien con muchos esfuerzos les proporcionó una licencia para vender en la calle en fiestas y alquiló el bidón al castañero de la Alameda que ya se había jubilado y hubo que ir a buscarlo a las afueras donde vivía. Creo que sólo le pagaron esa primera vez porque el hombre murió y nadie de su familia se preocupó de eso.
Al poco murió el compañero de ella. El muchacho aquel estaba sentenciado, estaba en fase terminal del SIDA. No duró nada más que el primer año vendiendo castañas. Luego ya no apareció. Decían que su SIDA no era de la heroína porque no se pinchaban y que en realidad  era un SIDA culero y que el niño tampoco era suyo. Los años siguientes Pilar fue una castañera con niño, de esos pegado a las faldas y omnipresente. Hasta que un buen año no apareció y dicen que está interno con los curas".
- ¿Cómo fue que durmió aquí?
"Mi periódico algunas veces tarda en pagarme y les arranqué el "permiso" de hacer colaboraciones como Free Lance para otros periódicos. En este caso me enteré de que el "Mostruo de la Bahía" ese depredador sexual infantil que asoló esta zona desde un ordenador haciéndose pasar por un chico de la edad de sus víctimas a las que luego extorsionaba, iba a salir en libertad. El contacto que tengo en la prisión de El Puerto no sabía con exactitud la fecha porque el Monstruo había contraído otra causa en prisión que le tenía que "bajar" ya fuera sobreseída que era lo más probable o quedar en preventiva, pero su condenón ya estaba cumplido. No se sabía cuándo iba a suceder eso y cuando se resolviera saldría en libertad. El Mundo estaba interesado en unas declaraciones en el momento de su libertad y si hubiera una entrevista en exclusiva aunque fuera posteriormente, me prometían un buen dinero y otro tanto para él, de modo que me permití llevar a Pilar para estar de ocho de la mañana a doce de la noche de guardia a la puerta de la cárcel. Yo solo no podía, tendría que comer, mear, comprar, en fin y decidí "contratarla", vamos un viajecito a "gastos pagos" que dice ella y unos euros para seguir haciendo el año. A la vuelta se quedó aquí pero ya debe irse, de eso hablamos ayer".
- Pudo haberse ido a su casa.
Se mesó los cabellos y me miró.
- ¿Quieres saberlo todo?
- Si, no voy a juzgarte.
- Me la tiré. 
Y continuó:  "me decidí a hacer tantas guardias como fuera posible entre los dos la mayor parte del día, luego nos íbamos a la pensión, cada uno a su habitación. Al cuarto día apareció en el bar donde cenaba, una Pilar sudorosa y sofocada, desgreñada. No tuvo que decir nada, salí corriendo y cacé al Monstruo porque tranquilamente esperaba "la camioneta", el autobús que toman los familiares después de terminar las visitas y que le llevaría al Puerto. No había ido nadie a buscarlo.Había mirado varios días desde la ventana y nos había visto aunque no imaginaba que fuéramos de la prensa. No quiso alertar llamando a su familia y decidió salir lo más de incógnito posible. La cosa salió bien, conseguí mis declaraciones y me adelantaron un buen dinero. ¡Cuatro días, cuatro! que dan para mucho hablar y mucho confiarse. Pilar estaba casi más eufórica que yo, emocionada cuando le dije que Ángel Luis "el mostruo" aceptaba una entrevista. no hablamos de dinero, de modo que sacaré más tajada aunque me cueste algo. Nos fuimos a cenar. Ella quería ir al Romerijo y allí nos hartamos de todo lo que se nos antojó. El vino y la cerveza hizo de las suyas. Nos sentamos en el coche a la orilla de la playa viendo las luces de África. Me miró con una cara muy sonriente, agradecida, algo beoda creo yo, me cogió con ambas manos de la cara y me besó en los labios. Sacó del bolso una petaca de güisky, dos vasos de plástico y dos cocacolas y dijo que en esos cuatro días me había ido sisando y que lo había comprado para tomar algo mientras hacíamos las guardias, que no estaba reñido con "el trabajo".
Mientras mirábamos las luces del mar los "chaperos" pasaban por allí y nos miraban. Hicimos conjeturas de lo que pensarían de nosotros. La dije que me molestaba un poco tanta mirada y la propuse irnos a la parte de atrás donde los cristales estaban tintados. Nada más acomodarnos la besé yo y noté en su boca el sabor del güisqui. Nos besamos mucho y para acceder a su garganta le quité el fular ese que formaba parte de su personalidad y creo que en ese mismo momento se sintió desnuda. Recorrí con mis labios todo su cuello y sentí un fresco olor a ducha y a gel. Mordí sus labios y sus hombros en un disparate  que me llevaba en la lubricidad de la saliva de un lado a otro. Parece que me demoré en el canalillo en demasía porque me quitó y desde abajo se subió la media chilaba india que llevaba y me mostró dos preciosas tetas y me entretuve todo lo que quise en sobar y pellizcar, se puso a horcajadas sobre mi y comenzó a balancear los pechos delante de mi cara sin dejar acceder a ellos. Estiraba la lengua pero no llegaba, al fin ¡alcancé a lamer uno! ¡otra vez! y el balanceo cesó, sorbí los pezones uno a uno, pellizcando y sorbiendo, crecían y se endurecían, las manos en las nalgas sobre el pantalón intentando abrir camino. De pronto sentí un espasmo en su vientre y apretó su cuerpo contra mi cara quedando inerte por un momento. No imaginé que una mujer pudiera correrse sólo con eso. Dijo que estaba seca  y quería echar unos tragos de lo que había sacado antes y como lo habíamos dejado en el salpicadero del auto, se volvió a cogerlo y la palpé el sexo por encima del pantalón de payaso aquel ¡ardía! Se lo dije sin parar de sobarla y se dejó bajar la prenda y quedó en esa postura, en pompa y totalmente entregada. La estimulé y no se movió. Me solté todos mis arreos y me senté sobre mi culo desnudo con toda la ropa hecha un acordeón en una maraña de ropas, las mías y las suyas. Se sentó sobre la polla toda tiesa y con una facilidad pasmosa se la introdujo toda entera y la oí decir "no te preocupes, no tengo SIDA"  Se quedó ahí sentada y comenzó a estimularse, ese movimiento me excitaba aún más, el tacto de su mano y la iniciativa a la que no estoy acostumbrado. Comenzó a moverse adelante y atrás, adelante y atrás hasta que explotó en orgasmo haciendo sonidos ahogados y movimientos espasmódicos. Se quedó quieta unos segundos con la cabeza en el pecho y como si de pronto recordara que tenía una deuda, comenzó a subir y bajar suavemente, sintiendo mucho la penetración y penetrándose profundamente, sentándose a tope sobre mi como si quisiera atornillarse. No fue necesario mucho esfuerzo y en cuanto sintió la tibieza de mi semen cogió de su saco unas servilletas de bar y se retiró. Me limpió y se limpió ella y entonces la dije - yo tampoco tengo SIDA.
Volvimos a Cádiz y no quise despedirla. La invité a pasar la noche en casa y aceptó. A la mañana siguiente debía estar en la churrería donde colabora con la churrera en estas fiestas".
- Anda acompáñame a la estación.




martes, 26 de junio de 2018

SEXO EN EL CEMENTERIO II

Aún me dolía el sexo al pasar suavemente la esponja enjabonada por él. Hacía mucho tiempo que nadie me había follado así, en realidad que nadie me había follado, ése hombre era el mismo diablo pensé. Con ése remordimiento acabé de aclarar mi piel con el agua fresca de la ducha, mientras me venían latigazos de aquel polvo en el cementerio, sus dedos en mis pezones y mi sexo hambriento de él  y mi boca que tanto le había deseado, ahora !por fin pude besarle!  No lo había reconocido al principio  con aquel talante y ése sombrero provinciano. No lo esperaba, ¿cómo lo iba a esperar después de tantos años? ensimismada en la limpieza de la lápida de mi marido muerto que aunque ya había pasado un tiempo  le echaba de menos, cuando murió me di cuenta de lo mucho que le quise y que elegí bien a mi compañero, nada era igual sin él, los paseos por la playa, el monte, todo se había tornado gris, ni siquiera de ése amante secreto me ilusionaba nada, había dejado de escribirme, así poco a poco, así que no supo nunca tampoco de mi pérdida, yo sé que como otra vez, decidió dejarlo estar y ésta vez ya sería para siempre, no había más tiempo,  pero cuando se quitó el sombrero  y vi sus ojos amielados  con aquel destello diabólico, supe que era él, ¿como había llegado hasta aquí ? Volví a recordar cómo me penetraba desde atrás y volví a sentirme excitada, aquello no podía ser decente, yo no soy un monstruo sin sentimientos, pero también me gusta mi lado oscuro, tener algún amante esporádico, un secreto para mi sola, algo que no fuera de nadie, alguien que nadie conociera y del que nadie supiera, Nunca lo he hablado ni si quiera con mis más íntimas amigas que me cuentan cosas que a nadie contarían, Cris muy de niña, Vidala hasta muy entrada en años y desde hace años ya, Julissa que nada más empezamos a hacernos confidencias me contaba las bondades del sexo anal, hasta que un día me pidió que la acompañara al médico porque le habían salido unas hemorroides tremendas. Jajaja, le dije -eso es por el sexo anal-. Pero lo negó. me contó que la primera vez que lo descubrió fue con un político con el que trabajaba en su despacho de abogado, un hombre joven con aspecto antiguo, vestido de gris y grandes gafas y algo de barriguilla, alguien de quien no podía esperarse algo así, pero... Me contó que estaba muy excitada, que cambió el tío de canal y entró suave, suave y me sentí deslizar en una especie de dolor gustoso y que cuando notó lo que le estaba haciendo cayó en una contradicción enorme, entre que era una golfa sin remedio y que se estaba excitando con locura lo que le produjo un deseo inmenso que le hizo sentir vahídos en la cabeza y caer entregada sobre las sábanas dispuesta a ser sacrificada como fuera. Me dijo que deseó que volviera a ocurrir y ocurrió, que fue placentero, pero que nunca llegó al paroxismo aquél. 
Nunca conté a nadie lo del transportista aquél.
Cada vez que veía el camión aparcado en nuestros lugares secretos cuando regresaba del trabajo a casa, sabía que un buen polvo me esperaba y empezaba a sentirme excitada, me sentía culpable y deseaba tener fuerzas para irme, pero también me daba cuenta de que cuando pasaba por ese lugar miraba hacia atrás con la esperanza de ver aparcado ese camión, de oír ese motor o de escuchar ese claxon, pero creo que debía ser el llevar una vida corriente, con esa falta de comunicación en la que habíamos caído, no le voy a culpar, también debí ser yo quien hizo que llegaramos hasta ahí. Al final era aparecer ese dichoso camión y empezar a vivir un sufrimiento que se disipaba al sentir  mojar las bragas. Me aguardaba tranquilo en el bar tomando un cubata, sabía que unas horas divertidas me esperaban, era más  bien eso lo que me apetecía y el sexo que vendría después era como una recompensa que le debía por la charla, la comunicación, ese rato con esos parroquianos del bar o esos locos de los billares. Nos  dábamos un beso sin lengua a modo de saludo, tenía unos labios sensuales, rojos y húmedos, con un aliento dulce a ron y a tabaco negro, hablábamos un rato, se preocupaba por mis cosas, subíamos al camión que era  grande, con una cabina bien equipada, pero con mil trastos por ahí todas revueltas, cuadernos arrugados, bolígrafos, albaranes, paquetes de tabaco, condondes y yo a veces ponía un poco en orden todas esas cosas y se enfadaba, decía que luego no encontraba nada y me hacía reír. Era de su propiedad, con el logotipo de la empresa para la que trabajaba y poníamos rumbo a tomar un bocata, me gustaba acompañarlo con unos berberechos o mejillones en conserva,  una partida de billar con otro cubata y el final de la noche se remataba con su tiempo de sexo. El deseo me atenazaba para entonces,  los lugares estaban cercanos pero apartados, siempre empezábamos con besos, comiéndonos la lengua mutuamente y quitándonos la ropa poco a poco, me chupaba los pezones dulcemente y bajaba una de sus manos a mis bragas, me las quitaba y me dejaba libre y lista,  antes yo saboreaba su espléndido miembro, un prodigio de la naturaleza, 22 centímetros y lo se porque un día entre risas se lo medí, dicen que el tamaño no importa, vaya así importa, porque uno de los estímulos que nos ponen en ese estado de excitación es el visual y ver una cosa así excita y alegra la vista. Me decía que algunas chicas jugueteaban con él, decían groserías pero les daba miedo introducirselo al final y eso le hartaba. Me gustaba darle placer, hacerle mamadas largas y muy muy lentas,  él me avisaba cuando debía parar  para seguir de forma más intensa, yo arriba y mis tetas en su boca, pin pan pin pan, siempre acababa yo primera, todo un caballero en la cama y luego casi siempre me ordenaba ponerme a cuatro patas y me sentía algo humillada, esa forma de mandar, pero a la vez me excitaba esa seguridad y siempre obedecí y nunca me frustró, al contrario me quitaba esos miedos, esos remilgos  y pan pan pan, notaba sus huevos fríos, helados rebotando en mi culo. La primera vez me sorprendió eso tan frío y hasta me reía por dentro de ese golpeteo, zas, zas, zas, y ¡pam! poco tiempo después, siempre corriéndose fuera, sin riesgos decía él !Como si la marcha atrás lo fuera ... !
Hoy me levanté quebrada por la parte de la cintura no sé por qué, la verbena de anoche fue intensa  y me pasé con las copas, como cuando tuve de amante a aquel que  amaba mi sombra como le amaba a él desde siempre. Y él  sin saberlo había cruzado un umbral al pasar por la cripta  e instantáneamente se cruzaron nuestros mundos paralelos. Quiero volver allí, volver a encontrarme con él, ahora de nuevo tengo su teléfono y junto con ésta realidad y la otra seguro volveremos a vernos, aunque sea cuando él duerma y su alma vaya a encontrarse con la mía.

viernes, 22 de junio de 2018

SEXO EN EL CEMENTERIO

Ese día restallaba la luz en mis ojos de forma que me sentí feliz, pero también debió restallarme en el alma, porque me sentía poderoso, pleno, absolutamente seguro de mi mismo, algo se derramó en mi sangre como cuando estas en un duerme vela y de pronto notas que el cerebro inyecta una sustancia en tu sangre, algo que se derrama por tus venas y notas como riega como en un torrente tu cabeza, tus extremidades, todo tu cuerpo y te sientes caer en un sopor, en una molicie que te desmaya y cuando despiertas, si eres capaz de recordarlo, sabes que has caído de lleno en los brazos de Morfeo. 
Así me sentía yo esa mañana cuando salí a pasear, más que andar levitaba, sentía una fuerza mental asombrosa y después de subir esa cuesta, no sentía el cuerpo, ni la respiración, sabía que era feliz, estaba alegre, me daba cuenta y pensaba cuánto duraría eso, era consciente de que aquello no iba a durar y quería aprovecharlo, no sabía cómo porque mi intención era pasear para "bajar el colesterol", salí sin rumbo y sabía que un par de horas después estaría sentado en mi sillón junto a la ventana, con la persiana a medias creando un ambiente agradable, leyendo y esperando la hora de comer. Quizá meditaría y lo mismo quedaría dormido unos minutos mientras ella trajinaba en la cocina y la oía subir y bajar de la calle donde da de comer a unos gatos salvajes a quienes adora y quienes de vez en cuando dan un zarpazo cuando a alguno de ellos le hace menos caso del que ellos creen merecer.
Ese día no era yo, era Maciste, Hércules, Sade y sobre todo Valentino o don Juan redivivo, pero sabía que no pasaría mucho tiempo en volver a ser yo otra vez, un cualquiera. Decidí así de pronto cruzar el cementerio buscando la sombra, porque pasar por delante de aquella tapia interminable seria duro, donde se reflejaría el sol de medio día y me aplanaría el cuerpo y cómo no, el ánimo. Iba radiante, con mi camisa rosa de popelín con dibujos de cachemir y mi sombrero blanco al que le había aplicado un trapo en la cinta para esconder el óxido de sudor que le daba un aspecto feo y desaliñado. La cinta esta me la hizo ella, la de los gatos y los gorriones en el alféizar de la ventana con el borde de un vestido print amimal que recortó,  bordó e hizo con él un nudo en el lateral. No pisaba el suelo, casi saltaba a cada paso, delante de mi veía el cementerio, crucé por todo el centro y pasé por una plazoleta con hierba y al fondo un poco más lejos vi un monumento, la cripta de los caídos en la guerra civil, vencedores y vencidos todos juntos. Una vez pasé y dentro se está fresco y más allá a ambos lados los cipreses, varias calles que bajan y suben y desembocaban en la entrada principal donde está la iglesia y algunas otras dependencias. Pasé por una entrada posterior y entré por una portezuela, era una zona abierta llena de nichos de esos donde entierran a la gente en la pared, no me gustaría que me enterraran en una pared, pero una vez muerto qué más da, donde mis deudos les venga mejor, ese día no me importaba porque no iba  a morir nunca. Había dos zonas iguales a izquierda donde la luz se rompía entre el hormigón enjabelgado de los nichos que siendo una zona nueva era más antigua y repleta; y la zona de la derecha de esa rosaleda central e incipiente, donde restallaba el sol pero que en la parte no vista daría la sombra, esa misma sombra que veía yo en la parte izquierda. Me salió entre los agujeros para aparcar personas muertas una mujer que levantó la voz y dijo algo. Supe lo que dijo, pero por aquello de que te pilla de improviso contesté ¿"eh"? y me fui a por ella con una decisión que me asustó. Sabía que me había reprendido por algo, que algo le había sentado mal. Repitió: 
- así no se viene a un cementerio
- ¿así como?
- así tan alegre, como si fueras de fiesta, con esa camisa rosa y ese sombrero,,, al menos podías habértelo quitado que estamos en un cementerio, además vas de paseo, a pasear ve por otro sitio.
- si hombre, con la que está cayendo.
Me echaba encima de ella, la atropellaba y se asustó, reculó, me hice consciente de su cuerpo, de su belleza, de su calidad. Tenía el pelo corto, muy negro, demasiado negro quizá, los ojos un poco ajados y tristes, más desanimados que tristes con un brillo apagado, pero una línea negra animaba aquella ventana del alma. Vestía una bata de trabajo moderna, pero bata a fin de cuentas, de colores azules, no recuerdo qué dibujos, pero era de un tono azul con un cuello y abotonada por delante hasta encima de las rodillas, una manga cortita, muy corta, más corta por el exterior que dejaba asomar unos brazos redondos, regordíos casi, muy torneados, el cuerpo tiraba a gordo, a sobrepeso pero con los kilos muy repartidos, caderas anchas, aún cintura, sin estómago pero con una barriguilla que marcaría el ombligo si no fuera por esa botonera que se abría un poco sobre un dobladillo que hacía como una pequeña coraza al asomo de las formas. Buenas pantorrillas y unos pies metidos en unas manoletinas negras que la hacían elegante, muy cepilladas y los pies, hay esos pies que me imaginaba cortos, gorditos, con unos dedos muy derechitos de esos  que a los hombres nos gustaría meternos en la boca uno a uno y ensalibarlos muy muy despacio y mirar de vez en cuando a su cara y ver si cerraba los ojos y notar si el pecho le subía y le bajaba en un jadeo. Pero no, siempre termina la cosa en rechazo.
El pecho le estallaba, quería desprenderse de aquella botonadura, pero la bata era tan bien cortada que no dejaba traslucir nada por el lateral, muy prieto y nada por arriba que además estaba cubierto por un pañuelo flojo como si lo hubiera llevado en la cabeza.
Me echaba encima de ella y reculó, recorté el espacio y me puse a deshacerle el nudo del pañuelo. El rictus de su boca hizo una media luna invertida, los ojos muy abiertos, dio cortos pasos hacia detrás, las manos sujetaban un cubo y un limpiahogar. Conseguí deshacer el nudo y tiré despacio de un extremo sin dejar de mirarla a los ojos que si al principio asustados, ahora sólo estaban muy abiertos. Dejó de recular, me miraba hacia arriba, le puse la mano en la nuca y le sequé el sudor de la cara a topecitos. Parpadeaba, La sequé el cuello, la nuca y debajo de la barbilla y entonces me miró intensamente, entornó lo ojos y separó los labios. Era el momento, la tomé de la cintura y la apreté contra mi. Noté un cuerpo duro, unos pechos consistentes. Bajé las manos y tiré de la nalga izquierda, noté cómo se empinaba sobre las punteras. Aún tenía los trastos colgando de las manos, le quité el cubo y lo dejé caer sin dejarla de besar, se soltó, miró a derecha e izquierda y hacia atrás, se metió detrás de los nichos a un par de metros y soltó junto al cubo el limpiahogar y la tomé por la espalda. Me cogió de la nuca y pude observar una hermosa axila a punto para depilar, dobló el cuello  lo mostró como para ser degollada, se lo ensalibé y dejé resbalar mis labios hasta la oreja, arriba y abajo, arriba y abajo, Mordí el lóbulo desprovisto de pendiente y lo sorbí, mientras mis manos recorrían toda su anatomía, unas caderas potentes y unos pechos poderosos en los que tropecé con sus pezones, duros, tiesos, una y otra vez. Debió notar mi polla tiesa, de lo que no me había dado cuenta hasta que empezó a mover imperceptiblemente el culo en círculos hasta que se hizo más que evidente. Exploré por sus caderas y notaba una braguita en los laterales muy estrecha, siempre sobre el vestido ese que me pareció una bata. Pude ver la calidad de su sujetador, fuerte, blanco roto, con mucho decorado y unos tirantes anchos con puntillas, como si fuera una combinación, el canalillo ancho que se arrugaba en el centro al apretar las tetas a la vez y volvía a su ser una vez sueltos, metí la mano y pude sentir en la yema de los dedos esos pezones tiesos, duritos, muy de punta y pasaban por mis dedos a derecha pop a izquierda zas haciendo resistencia, curvándose y dejando sitio y vuelta a ponerse derechos al paso de mis dedos, pop una vez, pop otra. Metí la mano derecha hasta el fondo del sujetador y zas, saqué una teta y zas, saqué la otra dejando el sostén hecho una piltrafa por arriba y eso sin soltar un botón. Ella besaba, besaba, se peleaba por besar, con ansia, ya me dolían los labios, me ardía la boca y cuando me separaba, la veía con los ojos cerrados boqueando, buscando mi boca como si fuera el agua cuando a un pez le separas de su ámbito. Bajé a su barriguita y busqué un hueco por donde meter la mano, solté un botón, noté esa tripa dura con un punto blando en el ombligo, fuerte en el pubis donde noté un bello escaso pero con mucha superficie, bajé y el bosque desapareció en una desierto alopécico y de pronto me deslicé en una grieta lúbrica muy abierta, donde empecé a estimular sin más espera el clítoris, lo que hizo que el movimiento circular del culo dejó de ejercer presión a temblar, temblar y temblar. Dejó de besar, se quedó parada, jadeaba en mi boca, intentando volver a besar sin conseguirlo, como una obligación hasta que cesó. Levanté la bata por un lado que no ofreció resistencia porque ella misma, sin darme cuenta había abierto los botones hasta donde yo me había abierto paso anteriormente. Era un tanga, me aflojé unos puntos el cinturón y me solté todos los botones del pantalón, levanté un lado del vestido y vi un enorme muslo y medio culo gordo con un punto celulítico pero muy sensual con un tanga con bastante tela en el centro, lo intenté bajar y dijo "no, apártalo", puso un pie sobre un nicho vacío, dobló la cintura hasta un punto sorprendente, a la vez empinó el cuerpo y se apoyó en la pared con la mano contraria. Le puse esa enorme polla que se me había puesto sobre la canal el culo, me pringué de esa gotita que sale antes de la eyaculación, la dejé resbalar por la raja del culo guiándome con la mano y con un movimiento hacia arriba la penetré, casi que se penetró sola, como si tuviera vida propia, como si su sexo y el mío se hubieran entendido, apoyó la cara en la mano que tenía en la pared y se dejó hacer. Era muy agresivo, pum, pum, todo movimiento parriba, noté de pronto que era una cuestión de caderas y riñones y todo comenzó a fluir más fácilmente pero violento, pum,pum parriba. Hasta que me dio una especie de vahído y se me aflojaron las piernas y comprendí que había terminado. Había sido rápido pero muy muy intenso. Me salí y derramé fuera. Ella se abrochó los botones, yo me puse el sombrero, se dio la vuelta y me miró con media sonrisa y la boca ardiendo.Sus ojos brillaban de otra forma.
- ¿No nos vamos a volver a ver?
- Escribe aquí tu número, la dije y le solté mi teléfono.
Salí al sol y me pareció más luminosos si cabe, hacía mucho calor, no había nadie por ahí, se veía a un moro fregando una lápida algo más allá, a lo suyo.
No me volví, me sentía algo fatigado, con menos ganas de pasear, pero muy muy poderoso. También notaba que no andaba tan alegre sino más calmoso.
Llegué a casa y edité ese número como Ernesto, Envié un wasap con mi contacto y me contestó, ¡vaya si me contestó!.

sábado, 31 de marzo de 2018

SEMANA SANTA

Semana Santa y fiestas populares con nombre religioso.
Ya publiqué hace tiempo que durante la transición quedó proscrita la Semana Santa y todas aquellas manifestaciones populares que olieran a viejo y a casposo que recordaran al franquismo, pero ya en los años 80, como un chorro de brandy en la sartén de un chef mediático, todos estos festejos dieron una explosión que puso de moda todo aquello que había quedado, no en el olvido, sino en la vergüenza de una sociedad que deseaba ardientemente ser como había sido hasta entonces y que en los primeros años de la democracia, reprimidos por aquellos que gritaban más fuerte, de los que se hicieron dueños de la calle, quedaron reducidos esos deseos a una muestra, restos de una voluntad popular vencida por los farrucos, los gritones y los fanfarrones de la política que impedían y aún hoy pretenden impedir que la voluntad popular se manifieste libremente, tomando la calle y lo que es peor aún, callando opiniones y actitudes políticamente incorrectas por medio de avergonzarlas por carpetovetónicas, reaccionarias y sospechosas de franquistas.
Cofradías deshechas, pasos acompañados por cuatro capuchones, o que ni siquiera podían salir por falta de jóvenes que cargaran sus imágenes, estadios de fútbol vacíos, corridas de toros bajo mínimos, zarzuelas, copla, cantantes relacionados con la caspa acallados, algunos de los cuales se declararon "socialistas de toda la vida" para poder seguir en su profesión sin sentir la crisis artística de la Transición.. Con lo que no se pudo fue con las fiestas populares con sus nombres de Santos y con los toros en en la calle, con esos "boux al carrer" levantinos que ayer y hoy son cantera de aficionados a la tauromaquia.
Si "la calle" es la que toma el pulso a la voluntad popular, está claro que esas manifestaciones populares con nombres de santos y sobre todo la Semana Santa, ganan por goleada en el partido de la realidad popular. Impresionante las multitudes congregadas en las aceras viendo pasar  las cofradías, increíble la cantidad de lugares que solicitan a La Legión su participación en sus procesiones. Pero aún continuamos con "el buen rollismo" y lo políticamente correcto. Recuerdo que se prohibió con la declaración de Estado Aconfesional, la participación del Ejército en las manifestaciones religiosas y sin embargo, poco a poco han ido volviendo a escoltar santos y guardar carrera en las procesiones del Corpus. Estos días las televisiones nos ahogan con retransmisiones de procesiones desde todos los puntos de España y el Ejército está presente donde le llaman, Ministra de Defensa incluida, todo pese a la aconfesionalidad del Estado. 
Si en esta democracia tardía y ya mayor de edad, quien más grita demuestra la manifestación de la opinión mayoritaria, no se quite la máxima de la aconfesinalidad del Estado, pero sí legíslese a favor de lo que la voluntad popular desea y en este caso es la presencia del Ejército donde sea requerido para dar mayor pompa y vistosidad a los actos populares.


jueves, 29 de marzo de 2018

CORRUPCIÓN Y POLÍTICA

En realidad este artículo no va en si de corrupción, sino más bien de política, de política de andar por casa, de cómo vemos la política desde nuestro puesto de observación, cómo sentimos a los políticos, cómo pensamos cada uno de nosotros en nuestro fuero interno, qué pensamos de la política, así en minúscula y de los políticos mediáticos y de esos pobres conocidos que quieren entrar en política desde sus asociaciones, sindicatos o partidos, dan manotazos al agua, chapotean en el lodo para hacerse un hueco y terminan mayormente hundidos al ser pisados durante la lucha por mantenerse a flote en las arenas movedizas o lo que es peor, intentan subirse a la talanquera de una plaza de toros de pueblo, pisoteados y arrebatados sus sitios por los participantes de un encierro ibérico en un mísero pueblo que pretende vivir de los que emigraron y vuelven por el verano y se enorgullecen de sus bárbaras fiestas patronales de verano, "en invierno el pueblo tiene 250 habitantes, pero en verano llegamos a 4000".
Lo de "corrupción" en el título, es sólo un vago intento de que alguien ponga la dichosa palabra en un buscador de Internet y salga este artículo, se equivoque, lo "pinche" y el blog lo contabilice como una "visita" y me haga algo más feliz, felicidad ingenua y pasajera, felicidad de bloguero que no se conforma con escribir, sino con ser leído a sabiendas  no solo de que va a ser olvidado, sino denostado por su opinión, lo que le va a dar unos minutos más de recuerdo.
Todo comienza con los vecinos de un lugar que se agruparon en entidades municipales para decidir unos impuestos para afrontar los gastos de mejora de su localidad y estos municipios se asociaron para acometer obras que beneficiarían a distintos pueblos y así sucesivamente hasta llegar a la Unión Europea en nuestro caso. Pero en primer lugar resultó que estas Instituciones se emanciparon de sus vecinos y se erigieron en un monstruo que devoró a sus creadores para mantenerse a si mismas, engullendo impuestos y esgrimiendo peregrinos argumentos y razones para crear otros nuevos que permitan ingenuamente saciar el hambre, un hambre ansiosa, una sed de desierto, una necesidad de engullir loca, como aquel pobre enfermo mental que deglute lo que le pongan delante con avaricia y a ciegas pasa aplacar la angustia que le viene de la ansiedad producto de su propia locura y que se levanta por la noche a idear cómo seguir zampando y piensa sitios donde esconder lo apoderado para luego, en soledad deglutir y maquinar nuevos métodos para conseguir más y saciar su hambre, hambre de democracia enferma.
Responsables de esa emancipación por los partidos del ciudadano son los mismos partidos políticos, que creados por y para definir una estrategia para decidir de qué manera se gastan los impuestos, los dineros del contribuyente, también se han olvidado de nosotros al llegar al poder, no somos más que su excusa y desde esta atalaya privilegiada intentan por todos los medios conseguir fondos  para su propia financiación con el fin de obtener su permanencia en el poder, fin último del partido, no así del político cuya necesidad estriba en mantenerse en algún cargo en el engranaje de la Administración para lo cual no duda en emanciparse de su propio partido en interés propio después de haber pisado cabezas y manos que impidan el agarre a la escalera de cuerdas de la política y haber provocado ahogamientos por no mirar atrás a ver quién necesitaba ayuda en ese naufragio o no haber tendido una mano para refugiarse del toro en la escalada al palco presidencial.
¿Son todos los que lo hacen? No, lo hace quien lo hace.
Y el votante hace una cosa igualmente lamentable, votar a los mismos pese a la corrupción imperante, a la supeditación de la responsabilidad política a la responsabilidad penal, a la mentira, a la acusación del prójimo de hechos que él mismo anteriormente ha cometido. ¡una cosa tan burda! ¿y porqué se hace todo esto? ¿por qué los partidos mienten y entran en la carrera por la financiación ilegal? ¡Porque funciona!.
En ti no funciona, ya lo se, tú eres muy listo, son en los demás que no miran un poco más allá, a los partidos emergentes, aún limpios, aún no corrompidos por la necesidad de mantenerse en el poder y mantenerse en la multitud infinita de cargos públicos que permite a cientos de sus afiliados acceder a las poltronas, poltronitas, sillones, mecedoras y descalzadoras del poder, donde se gana desde mucho, hasta muchísimo.
Merece la pena tentar a quienes tienen mucho que ganar para que financien al partido en el poder o a quien está en disposición a acceder a él y así obtener una rentabilidad a su inversión ilegal.
El absurdo llega hasta a repetir una y mil veces la ya tan manida, pero eficaz maniobra usada a lo largo de la historia de criminalizar  al otro, de acusarles de ser peores que nosotros, de tener que mantenerlos, de culpabilizarles de nuestros males, lo cual lleva al odio, cuando no a la guerra con tal de llegar al poder, aunque sea dividiendo y creando irrisorias taifas. Siempre hay desfavorecidos o ignorantes dispuestos a levantarse en armas o tomar la calle.

No seamos como aquel terrateniente que cuando le avisaban de que su Administrador le robaba, contestaba "pero este ya es muy rico, imagínese lo que me robará el nuevo hasta se haga tan rico como éste".
No, cambiemos de administrador, estemos vigilantes y a la más mínima sospecha volvamos a cambiar de administrador, ese es el privilegio y la obligación que nos proporciona la democracia.