martes, 26 de junio de 2018

SEXO EN EL CEMENTERIO II

Aún me dolía el sexo al pasar suavemente la esponja enjabonada por él. Hacía mucho tiempo que nadie me había follado así, en realidad que nadie me había follado, ése hombre era el mismo diablo pensé. Con ése remordimiento acabé de aclarar mi piel con el agua fresca de la ducha, mientras me venían latigazos de aquel polvo en el cementerio, sus dedos en mis pezones y mi sexo hambriento de él  y mi boca que tanto le había deseado, ahora !por fin pude besarle!  No lo había reconocido al principio  con aquel talante y ése sombrero provinciano. No lo esperaba, ¿cómo lo iba a esperar después de tantos años? ensimismada en la limpieza de la lápida de mi marido muerto que aunque ya había pasado un tiempo  le echaba de menos, cuando murió me di cuenta de lo mucho que le quise y que elegí bien a mi compañero, nada era igual sin él, los paseos por la playa, el monte, todo se había tornado gris, ni siquiera de ése amante secreto me ilusionaba nada, había dejado de escribirme, así poco a poco, así que no supo nunca tampoco de mi pérdida, yo sé que como otra vez, decidió dejarlo estar y ésta vez ya sería para siempre, no había más tiempo,  pero cuando se quitó el sombrero  y vi sus ojos amielados  con aquel destello diabólico, supe que era él, ¿como había llegado hasta aquí ? Volví a recordar cómo me penetraba desde atrás y volví a sentirme excitada, aquello no podía ser decente, yo no soy un monstruo sin sentimientos, pero también me gusta mi lado oscuro, tener algún amante esporádico, un secreto para mi sola, algo que no fuera de nadie, alguien que nadie conociera y del que nadie supiera, Nunca lo he hablado ni si quiera con mis más íntimas amigas que me cuentan cosas que a nadie contarían, Cris muy de niña, Vidala hasta muy entrada en años y desde hace años ya, Julissa que nada más empezamos a hacernos confidencias me contaba las bondades del sexo anal, hasta que un día me pidió que la acompañara al médico porque le habían salido unas hemorroides tremendas. Jajaja, le dije -eso es por el sexo anal-. Pero lo negó. me contó que la primera vez que lo descubrió fue con un político con el que trabajaba en su despacho de abogado, un hombre joven con aspecto antiguo, vestido de gris y grandes gafas y algo de barriguilla, alguien de quien no podía esperarse algo así, pero... Me contó que estaba muy excitada, que cambió el tío de canal y entró suave, suave y me sentí deslizar en una especie de dolor gustoso y que cuando notó lo que le estaba haciendo cayó en una contradicción enorme, entre que era una golfa sin remedio y que se estaba excitando con locura lo que le produjo un deseo inmenso que le hizo sentir vahídos en la cabeza y caer entregada sobre las sábanas dispuesta a ser sacrificada como fuera. Me dijo que deseó que volviera a ocurrir y ocurrió, que fue placentero, pero que nunca llegó al paroxismo aquél. 
Nunca conté a nadie lo del transportista aquél.
Cada vez que veía el camión aparcado en nuestros lugares secretos cuando regresaba del trabajo a casa, sabía que un buen polvo me esperaba y empezaba a sentirme excitada, me sentía culpable y deseaba tener fuerzas para irme, pero también me daba cuenta de que cuando pasaba por ese lugar miraba hacia atrás con la esperanza de ver aparcado ese camión, de oír ese motor o de escuchar ese claxon, pero creo que debía ser el llevar una vida corriente, con esa falta de comunicación en la que habíamos caído, no le voy a culpar, también debí ser yo quien hizo que llegaramos hasta ahí. Al final era aparecer ese dichoso camión y empezar a vivir un sufrimiento que se disipaba al sentir  mojar las bragas. Me aguardaba tranquilo en el bar tomando un cubata, sabía que unas horas divertidas me esperaban, era más  bien eso lo que me apetecía y el sexo que vendría después era como una recompensa que le debía por la charla, la comunicación, ese rato con esos parroquianos del bar o esos locos de los billares. Nos  dábamos un beso sin lengua a modo de saludo, tenía unos labios sensuales, rojos y húmedos, con un aliento dulce a ron y a tabaco negro, hablábamos un rato, se preocupaba por mis cosas, subíamos al camión que era  grande, con una cabina bien equipada, pero con mil trastos por ahí todas revueltas, cuadernos arrugados, bolígrafos, albaranes, paquetes de tabaco, condondes y yo a veces ponía un poco en orden todas esas cosas y se enfadaba, decía que luego no encontraba nada y me hacía reír. Era de su propiedad, con el logotipo de la empresa para la que trabajaba y poníamos rumbo a tomar un bocata, me gustaba acompañarlo con unos berberechos o mejillones en conserva,  una partida de billar con otro cubata y el final de la noche se remataba con su tiempo de sexo. El deseo me atenazaba para entonces,  los lugares estaban cercanos pero apartados, siempre empezábamos con besos, comiéndonos la lengua mutuamente y quitándonos la ropa poco a poco, me chupaba los pezones dulcemente y bajaba una de sus manos a mis bragas, me las quitaba y me dejaba libre y lista,  antes yo saboreaba su espléndido miembro, un prodigio de la naturaleza, 22 centímetros y lo se porque un día entre risas se lo medí, dicen que el tamaño no importa, vaya así importa, porque uno de los estímulos que nos ponen en ese estado de excitación es el visual y ver una cosa así excita y alegra la vista. Me decía que algunas chicas jugueteaban con él, decían groserías pero les daba miedo introducirselo al final y eso le hartaba. Me gustaba darle placer, hacerle mamadas largas y muy muy lentas,  él me avisaba cuando debía parar  para seguir de forma más intensa, yo arriba y mis tetas en su boca, pin pan pin pan, siempre acababa yo primera, todo un caballero en la cama y luego casi siempre me ordenaba ponerme a cuatro patas y me sentía algo humillada, esa forma de mandar, pero a la vez me excitaba esa seguridad y siempre obedecí y nunca me frustró, al contrario me quitaba esos miedos, esos remilgos  y pan pan pan, notaba sus huevos fríos, helados rebotando en mi culo. La primera vez me sorprendió eso tan frío y hasta me reía por dentro de ese golpeteo, zas, zas, zas, y ¡pam! poco tiempo después, siempre corriéndose fuera, sin riesgos decía él !Como si la marcha atrás lo fuera ... !
Hoy me levanté quebrada por la parte de la cintura no sé por qué, la verbena de anoche fue intensa  y me pasé con las copas, como cuando tuve de amante a aquel que  amaba mi sombra como le amaba a él desde siempre. Y él  sin saberlo había cruzado un umbral al pasar por la cripta  e instantáneamente se cruzaron nuestros mundos paralelos. Quiero volver allí, volver a encontrarme con él, ahora de nuevo tengo su teléfono y junto con ésta realidad y la otra seguro volveremos a vernos, aunque sea cuando él duerma y su alma vaya a encontrarse con la mía.

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