sábado, 29 de diciembre de 2018

RELATO ERÓTICO EN CÁDIZ

Ay madre! aún resuenan en mis oídos las coplas esas de Carlos Cano que no hay cristiano que le entienda, con esa boca blanda y babosa, pero a la vez tan sensual y ese balbuceo andaluz, pero no ese andaluz cordobés tan fino, sino ese otro de los barrios de Trille de Cádiz o de las tresmil viviendas de Sevilla o del Zaidín de Granada o de Graná como dicen unos o Granede que dicen otros. Qué bonito concierto el de ayer, qué emociones y cómo se ha disipado ya, pero esas letras tan difíciles de recordar que ellos aquí en Cádiz si se las saben, pero a los de fuera nos cuesta entenderlas y no digamos su significado. Luego pregunté y me dijeron la letra y aún a penas puedo recordarla y me cuesta comprender el sentido:
"... el corazón se disloca,
ay que tracatrín 
ay que tracatrán. 

En la luna de Valencia 

t´esfaraté el tesorillo 
de tu boca como fresa 
y allí me dio el tabardillo. 
Disparó la marabunta 
el bicho de ziquitraque 
y se nos puso la cara 
color tomate, color tomate. 
Carabina el regomello, 
faroles pá las esquinas, 
calentitos mañaneros 
pá las hambres culebrinas, 
y pá la fiebre de amores 
a viví que son dos días. 
un son del cuquiguindate 
ay pepinate que da alegría".

¡La madre que los parió! como para entender a esta gente ni sus letras ni su humor ni a sus muertos.
Me duele la cabeza y estoy un poco estragada del vinillo blanco ese del Condado de Huelva que fresquito y suave lo vas dejando entrar, con esas conchas finas y esa gambita blanca, hasta espetos malagueños comimos y ahora, seguro que este pamplinas está pensando si ese olor de sus dedos es de las gambitas, de los espetos o de mi sexo, que no se yo, porque meterme la mano me la metió hasta el codo. Me va a hacer daño pensaba, pero todo me daba igual, estaba entregada y sólo quería gozar y morirme allí mismo de un orgasmo, sabía que me podría estar lesionando por dentro con esa brutalidad que en ese momento sentía como dolor gustoso. La libido está en la mente, no en el cuerpo y me sentía enajenada, envenenada por esas sustancias tan potentes del cerebro, del hipotálamo, del cerebelo, de la hipófisis o de lo que el diablo quiera que fuera. Hasta me hubiera gustado que viniera aquél niño tan mono compañero de Maxi que me miraba tanto. Me di cuenta de que le gustaba, que le gustaban las mujeres ya de edad con las cosas claras, decididas, liberadas. Seguro que está harto de convencer a unas y otras, de echarse a la espalda sus culpas, sus represiones, decir una y otra vez "si no pasa nada" y mentir, mentir y sentirse luego mal. 
Me miraba tímidamente y yo le miraba a él. No recuerdo cómo se llamaba, pero si recuerdo su olor cuando me besó en las presentaciones, un olor seco, astringente, un poco rancio como de armario sucio. Seguro que vive sólo o con una familia de varios hermanos, donde es la guerra. O su madre, si seguramente su madre ha declinado harta de no vivir y se ha dicho "aquí cada uno que haga lo suyo, se acabó ser la chacha de todos" y se ha rendido o a vuelto a comenzar "su vida" a la llegada un nuevo contrato temporal ¿Cuántos años tendrá su madre?
Miré al chico ya loca de deseo, recordando el aroma de su aliento cuando se atrevió con descaro y me cogió de una mano, tiró de mi y comenzamos a bailar esa rumba. Yo no sabía que yo supiera bailar la cumbia y ahí andábamos los dos espatarraos, su pierna entre las mías, pegados por el pubis subiendo y bajando y yo mirando embobada esa boca de dientes un tanto descolocados y sintiendo el aliento fresco y ligeramente alcohólico del muchacho aquél. 
Cuando ya abrazada a Maxi  dispuesta a que el mundo se derrumbara con él  esa noche, miré por encima de su hombro y lo vi mirarme y yo también lo miraba, pero no me atreví a proponerle que metiera al chico en el paquete, me hubiera gustado, me hubiera encantado. Quizá habría hecho de menos a Maxi porque me hubiera lanzado sobre el muchacho aquel a sorberle el miembro tan potente que me imaginaba. Pero no parecía que Maxi tuviera entre sus planes una cosa así, nunca me habló de nada de eso, parece un hombre joven con valores de otro tiempo, pero se que todos los hombres tienen fantasías de este tipo, pero más bien en su tontería sueñan con dos mujeres para él en su cama. Yo sin embargo no he tenido estas fantasías, pero si las tuve esa noche, sentirme penetrada por ambos lados ahí sentada sobre los muslos de Maxi, atravesada por el ano y entregada por delante al muchacho aquél que con una energía arrolladora me destrozaba la vagina y me hacía subir y bajar con la fuerza de sus caderas y caer una y otra vez sobre la polla de Maxi sentado en la silla quieto, con las nalgas apretadas y una mano en cada lado de mi cintura. 
También se me ocurrió que podía corromper a esa niña tan mona con el pelito castaño oscuro, superpija y que parecía desear ser una mujer como yo, bueno casadita y con nenes y un buen día salir del Cadiz ese asfixiante, casposo y oprimido, decir que sí a un amigo de Madrid y pasar con él una noche loca después de comer rabo de toro en Casa Mingo y ver un concierto de Sabina. No, mejor que no chica, libérate o no lo hagas, pero yo no voy a ser tu redentora pensé.
Al fin me decidí a decir que sí a Maxi, compañero de la facultad de periodismo veinte años después. Me contactó por faceboock después de tantos años y llevamos unos cuatro de contacto. He soportado, como no podía ser de otra manera su "acoso" on line, con constantes alusiones e ironías sexuales que  cree  simpáticas y ocurrentes y muchas veces me ha estimulado la imaginación, me ha puesto muy cachonda vaya y me he masturbado agresivamente incluso. Me viene a la mente ahora aquel día, que después de chatear con él me puse de rodillas sobre la descalzadora esa, con el cuerpo apoyado en el respaldo y me grabé con el móvil. Lo curioso es que enseguida me olvidé de la camarita y de la grabación y horas después lo videé. En principio me avergoncé, no me reconocí pero algo más tarde supe que aquel fue un momento de abandono absoluto. Vi a una mujer que era yo desbocada, perdidos totalmente todo tipo de inhibición y con el seso perdido, el seso y el equilibrio. Veo a una mujer que comienza a perder el sentido de si misma, del espacio y del tiempo, que pierde el sistema nervioso, que se apoya en una sola rodilla porque la otra comienza a temblar compulsivamente, que se va hacia delante, pierde el equilibrio y en medio de una convulsión sexual se pega de morros contra el suelo y que ahora puedo recordar tocándome esa ceja abierta, la cicatriz del placer solitario y silencioso.
Ahora tumbada en la cama, después de una noche de calor sofocante, totalmente desnuda bocarriba, siento el cosquilleo de esa mano, abro los ojos y una intensa luz estalla en mis pupilas que se resienten dolorosamente y deben hacerse pequeñas como la punta de un alfiler. Veo a Maxi sentado junto a la cama acariciándome el cuerpo, sobándome el pubis, mirándome con una cara que es un poema. Hace años ya que no me preocupo del cuerpo, ya no tengo vello casi, no tengo  pelo en las axilas ni en el cuerpo, no tengo necesidad de depilarme y con un poco de cuidados mínimos no tengo que cuidar del "felpudo", lo tengo salvaje, pero de un salvajismo nada soez. Me acaricia pero su cara denota desidia y complacencia ante mi indiferencia, debe pensar que es su obligación echar el polvo del churrero. Enseguida cesa y al retirarse puedo ver al fondo las palmeras y la fachada gualda de la plaza de San Antonio de Cádiz, la forja del balcón y los balcones de enfrente. Es una bonita vista con los geranios de la casa en las macetas. ¡Qué locura, no es de día, es de noche! La luz no es del sol, es de las farolas y de la luna llena que entra a raudales por el balcón abierto de par en par, una luna que hace sombras y da luz en el suelo y que hace que la piel de mi cuerpo tenga el color del astro, una luz blanca azulada. También lo veo a él del mismo color. Se levanta con cierta tristeza y cierto disgusto y se aleja, se mete al baño pero no cierra la puerta. Lleva una camiseta de tirantes muy ajustada pero no lleva calzoncillo y le veo el culo. Eso me recuerda un sueño recurrente que oí contar a mi padre siendo chica y que curiosamente mis hermanos dijeron que ellos también lo habían tenido. Era que se encontraban en la calle así, en camiseta y desnudos en mitad de la calle y se tiraban de la camiseta intentando taparse sus vergüenzas pasando una gran angustia. Yo les decía que  porqué no se iban a casa y ya está, pero ellos no contestaban, sólo miraban como diciendo que no entendía.
Le veo en el baño ¡y se está masturbando! Está ahí de pié, veo sus movimientos pero no logro verle la mano ni la polla. De pronto aprieta el culo y le tiembla como un flan. Todo se para y hace unos movimientos como de asearse. Debe haber eyaculado en el lavabo y ahora me siento un poco culpable. Anoche fue muy gentil y cariñoso y a la vez me hizo gozar como hacía mucho tiempo. Quizá he debido responder a su torpe intento, a su triste caricia y hacer el amor una vez más o haberle hecho una mamada. Quizá lo necesitaba pesa a la locura sexual de anoche y que ahora comienzo a recordar. La verdad es que se me hace muy cuestarriba hacerlo de nuevo, me duele el coño y me costaría mucho meterme nada ahí. También me duele el culo, pero me da pena que por un poco de disposición por mi parte no devolverle un poco de lo que él me ha dado. 
En una de sus propuestas por facebook me pilló con la baja de ánimo, deprimida, necesitada de compañía o acaso de afectividad. Acepté a ir a visitarlo a Cádiz donde estaba destinado desde hace un tiempo en ese periodicucho local. Siempre quise volver  allí. Me sorprendió en medio de la frustración de una nueva ruptura y me dije "¿porqué no?" y aquí estoy. Todo ha sido perfecto y fácil. La cena, sus amigos tan distintos entre si de carácter y de edad, su indiferencia quizá a apropósito, la ciudad maravillosa, el concierto... Ahora después de la euforia de la noche, del alcohol y del sexo me encuentro en caída, en fase disfórica y lo que deseo es la soledad, ducharme y quedarme en casa, pero aquí estoy en Cádiz  con este hombre y no soy egoísta. Me apetece fumar un cigarrazo negro de estos que fumo yo. ¿Cómo fue que fumo negro? Si ya recuerdo:  ese Luis, ese chaval del barrio que me echaba el humo a la cara y yo me ponía negra. Comenzamos a tontear, me decía ¿quieres una calada de segunda mano? y me decía que aspirara mientra él me echaba en la boca el humo que salía de la suya. A distancia al principio y luego boca a boca, ahí con los labios apretados sobre los suyos empezamos a retorcer, retorcer hasta que se nos olvidó el cigarrillo que se consumía en su mano hasta que se quemó y nos despertó. Desde entonces fumo ese tabaco negro que ha hecho alguna vez que alguien me dijera que besarme es como besar a un camionero. Cuando alguien deja de fumar vuelve con la suavidad del tabaco rubio y yo nunca  lo he dejado.
Voy a levantarme a echar un cigarro y según cómo me encuentre  haremos el amor de despedida o no. Me está estimulando verlo asomado al balcón, plateado con  la luz de la luna que entra al dormitorio. Está apoyado en la baranda fumando, con el culo al aire debajo de esa camiseta tan antigua ya que nadie usa. Este tío ha sido siempre un clásico. Clásico también en la seducción, despacioso, educado, galante, lo que le hace distinto a todos. Tiene unas piernas fuertes, musculosas y peludas y el culo apretado. Está descalzo y fuma. Me excita esa estampa, ese hombre medio desnudo con la camiseta de tirantes y ese pelazo negro, de espaldas a mi, recién duchado y masturbado. Me levanto y enciendo por fin el cigarrilo y  veo ponerse el calzoncillo, antiguo también de esos que tienen una ranura por donde meter la mano y sacarse el pajarito para mear de pié. Siempre me ha producido envidia ese privilegio divino y ellos no se dan cuenta de ello. También me excita verlo ponerse la horrorosa prenda esa. 
Nunca imaginé que yo iba a hacer como en las películas, eso de ponerme la camisa de él sobre el cuerpo desnudo. Había cogido una pero enseguida el olor a choto y a tabaco me echó para atrás. Encontré colgada en el pomo de una puerta una guayavera, una camisa cubana vaya, de esas blancas de manga larga y bolsillos en el faldón y que usaban algunas veces los señores mayores, parecía recién planchada y limpia y me la coloqué abrochada con un solo botón. Sentada a la mesa fumo otro cigarrillo y le siento moverse por la casa. Miro a un gran espejo y me veo cigarrillo en mano, la melena sobre la cara y una expresión de agotamiento, bolsas en los ojos y una gran tristeza. De pronto aparece su imagen en el reflejo del cristal y veo a un hombre en ropa interior que me mira satisfecho con una sonrisa y los brazos en jarras. Debe estar recordando la noche ¿o el día? pasados cuando me tenía a su merced haciéndome rebotar en el somier penetrándome una y otra vez sin tener que moverse él, que lo  notaba yo. En un momento la cadencia del golpeteo de sus caderas me lanzaba en movimiento muelle sobre el somier y él entraba en mi con una fuerza inmensa tres o cuatro veces sobre polla tiesísima pese a quedar por un momento inmóvil y luego con un sólo empellón me lanzaba a rebotar de nuevo varias veces y me penetraba tan profundamente que pensaba que me iba a partir. Por eso me debe doler ahora la cabeza del útero que lo noto como dolor de culo. Ya ha desaparecido del espejo y veo en una esquina una foto nuestra en blanco y negro de los tiempos de la facultad. ¡qué jóvenes y qué guapos los dos! No se si esa foto está siempre ahí o la ha puesto por mi visita. Lo cierto es que la tiene aún.
Oigo  cerrarse la puerta y sus pasos bajando la escalera. Fumo y fumo, pienso y sueño y me invade una febril tristeza. Me miro al espejo y noto mis ojos rojos e hinchados. De pronto  miro sobre la mesa y veo el cenicero lleno de colillas ¿cuánto tiempo llevaré así? sobre la mesa hay un abanico y unos pendientes verdes. También hay un programa de una obra de teatro, la última vez que actué en El Español. También hay un collar, una baraja y un cepillo del pelo de mujer. Creo que es el momento de irme y volver a Madrid.
Aparece con churros, tejeringos dicen aquí. Mientras le oigo cacharrear en la cocina estoy trasteando con las cosas de mujer que hay encima de la mesa. Siento el aroma del café que me llega claro desde la cocina y me sorprende con los zarcillos en la mano. Lo miro en la distancia y se queda parado, se acerca a la mesa y dice:
- La churrera.
Recuerdo que se acercó a un puesto de churros y lo vi hablar animadamente con la churrera. Más bien él hablaba y ella decía que si a todo y ponía cara de circunstancias con un algo de sumisión y tristeza. Es una mujer de una edad indefinida, no mayor aunque parecía más joven de lo que aparentaba. Tiene raíces blancas en el pelo, de haber abandonado el tinte o haberse tintado una vez, y un mechón azul intenta cubrir la dejadez o tapar su decadencia. Su apariencia es una mezcla de neo hippy y churrera de siempre, porque el mandil que le obliga el oficio y el moño le hace aparentar eso. Viste por debajo de la ropa de trabajo unos pantalones de payaso de esos de rayas de colores con elásticos en los tobillos y zapatillas de trekking, camiseta india hasta casi las rodillas y un fino fular que debe formar parte de su atuendo habitual. Nada de joyas ni collares, nada de maquillaje, al natural y le hace mayor. Ojos tristísimos pero vivos, un poco cargada la espalda y las manos fuertes y poco cuidadas.
Balbuceó algunas palabras y dijo:
- Anoche durmió aquí.
- ¿Cuántos años puede tener?
- A ciencia cierta no sé, pero cuando puso el puesto de castañas en la calle Ancha con su marido o lo que fuera no creo que llegara a los treinta y habrán pasado desde entonces algo más de diez. No pasará de cuarenta o algunos más.
- ¿Castañera, marido? ¡cuéntame eso!
- Y pipera y todo lo que te puedas imaginar menos puta, que lo sabe todo Cádiz y propuestas no le han faltado hasta de ponerle un piso, ¡ah! y con niño. 
Y comenzó a desgranar una historia que es esta.
"Pilar se llama y un buen día junto con el maromo ese pusieron un puesto de castañas en la calle Ancha llegando la navidad. Ella con un bombo ya bastante adelantado. Muertos de frío parecían. Bueno, en realidad muertos de todo. Luego supe que eran una pareja de yonkis que intentaban agarrarse a la vida tras el embarazo de ella. Hicieron de todo, hombre anuncio, fueron perroflautas, estuvieron en las labores del campo, vendieron refrescos en la playa y alquilaban sus servicios a quien los necesitaran por unas perras, lo mismo una mudanza que pintar una casa. En realidad lo que hacían antes para comprar una papelina de caballo, lo comenzaron a hacer para salir adelante. Parece que intervino el Párroco quien con muchos esfuerzos les proporcionó una licencia para vender en la calle en fiestas y alquiló el bidón al castañero de la Alameda que ya se había jubilado y hubo que ir a buscarlo a las afueras donde vivía. Creo que sólo le pagaron esa primera vez porque el hombre murió y nadie de su familia se preocupó de eso.
Al poco murió el compañero de ella. El muchacho aquel estaba sentenciado, estaba en fase terminal del SIDA. No duró nada más que el primer año vendiendo castañas. Luego ya no apareció. Decían que su SIDA no era de la heroína porque no se pinchaban y que en realidad  era un SIDA culero y que el niño tampoco era suyo. Los años siguientes Pilar fue una castañera con niño, de esos pegado a las faldas y omnipresente. Hasta que un buen año no apareció y dicen que está interno con los curas".
- ¿Cómo fue que durmió aquí?
"Mi periódico algunas veces tarda en pagarme y les arranqué el "permiso" de hacer colaboraciones como Free Lance para otros periódicos. En este caso me enteré de que el "Mostruo de la Bahía" ese depredador sexual infantil que asoló esta zona desde un ordenador haciéndose pasar por un chico de la edad de sus víctimas a las que luego extorsionaba, iba a salir en libertad. El contacto que tengo en la prisión de El Puerto no sabía con exactitud la fecha porque el Monstruo había contraído otra causa en prisión que le tenía que "bajar" ya fuera sobreseída que era lo más probable o quedar en preventiva, pero su condenón ya estaba cumplido. No se sabía cuándo iba a suceder eso y cuando se resolviera saldría en libertad. El Mundo estaba interesado en unas declaraciones en el momento de su libertad y si hubiera una entrevista en exclusiva aunque fuera posteriormente, me prometían un buen dinero y otro tanto para él, de modo que me permití llevar a Pilar para estar de ocho de la mañana a doce de la noche de guardia a la puerta de la cárcel. Yo solo no podía, tendría que comer, mear, comprar, en fin y decidí "contratarla", vamos un viajecito a "gastos pagos" que dice ella y unos euros para seguir haciendo el año. A la vuelta se quedó aquí pero ya debe irse, de eso hablamos ayer".
- Pudo haberse ido a su casa.
Se mesó los cabellos y me miró.
- ¿Quieres saberlo todo?
- Si, no voy a juzgarte.
- Me la tiré. 
Y continuó:  "me decidí a hacer tantas guardias como fuera posible entre los dos la mayor parte del día, luego nos íbamos a la pensión, cada uno a su habitación. Al cuarto día apareció en el bar donde cenaba, una Pilar sudorosa y sofocada, desgreñada. No tuvo que decir nada, salí corriendo y cacé al Monstruo porque tranquilamente esperaba "la camioneta", el autobús que toman los familiares después de terminar las visitas y que le llevaría al Puerto. No había ido nadie a buscarlo.Había mirado varios días desde la ventana y nos había visto aunque no imaginaba que fuéramos de la prensa. No quiso alertar llamando a su familia y decidió salir lo más de incógnito posible. La cosa salió bien, conseguí mis declaraciones y me adelantaron un buen dinero. ¡Cuatro días, cuatro! que dan para mucho hablar y mucho confiarse. Pilar estaba casi más eufórica que yo, emocionada cuando le dije que Ángel Luis "el mostruo" aceptaba una entrevista. no hablamos de dinero, de modo que sacaré más tajada aunque me cueste algo. Nos fuimos a cenar. Ella quería ir al Romerijo y allí nos hartamos de todo lo que se nos antojó. El vino y la cerveza hizo de las suyas. Nos sentamos en el coche a la orilla de la playa viendo las luces de África. Me miró con una cara muy sonriente, agradecida, algo beoda creo yo, me cogió con ambas manos de la cara y me besó en los labios. Sacó del bolso una petaca de güisky, dos vasos de plástico y dos cocacolas y dijo que en esos cuatro días me había ido sisando y que lo había comprado para tomar algo mientras hacíamos las guardias, que no estaba reñido con "el trabajo".
Mientras mirábamos las luces del mar los "chaperos" pasaban por allí y nos miraban. Hicimos conjeturas de lo que pensarían de nosotros. La dije que me molestaba un poco tanta mirada y la propuse irnos a la parte de atrás donde los cristales estaban tintados. Nada más acomodarnos la besé yo y noté en su boca el sabor del güisqui. Nos besamos mucho y para acceder a su garganta le quité el fular ese que formaba parte de su personalidad y creo que en ese mismo momento se sintió desnuda. Recorrí con mis labios todo su cuello y sentí un fresco olor a ducha y a gel. Mordí sus labios y sus hombros en un disparate  que me llevaba en la lubricidad de la saliva de un lado a otro. Parece que me demoré en el canalillo en demasía porque me quitó y desde abajo se subió la media chilaba india que llevaba y me mostró dos preciosas tetas y me entretuve todo lo que quise en sobar y pellizcar, se puso a horcajadas sobre mi y comenzó a balancear los pechos delante de mi cara sin dejar acceder a ellos. Estiraba la lengua pero no llegaba, al fin ¡alcancé a lamer uno! ¡otra vez! y el balanceo cesó, sorbí los pezones uno a uno, pellizcando y sorbiendo, crecían y se endurecían, las manos en las nalgas sobre el pantalón intentando abrir camino. De pronto sentí un espasmo en su vientre y apretó su cuerpo contra mi cara quedando inerte por un momento. No imaginé que una mujer pudiera correrse sólo con eso. Dijo que estaba seca  y quería echar unos tragos de lo que había sacado antes y como lo habíamos dejado en el salpicadero del auto, se volvió a cogerlo y la palpé el sexo por encima del pantalón de payaso aquel ¡ardía! Se lo dije sin parar de sobarla y se dejó bajar la prenda y quedó en esa postura, en pompa y totalmente entregada. La estimulé y no se movió. Me solté todos mis arreos y me senté sobre mi culo desnudo con toda la ropa hecha un acordeón en una maraña de ropas, las mías y las suyas. Se sentó sobre la polla toda tiesa y con una facilidad pasmosa se la introdujo toda entera y la oí decir "no te preocupes, no tengo SIDA"  Se quedó ahí sentada y comenzó a estimularse, ese movimiento me excitaba aún más, el tacto de su mano y la iniciativa a la que no estoy acostumbrado. Comenzó a moverse adelante y atrás, adelante y atrás hasta que explotó en orgasmo haciendo sonidos ahogados y movimientos espasmódicos. Se quedó quieta unos segundos con la cabeza en el pecho y como si de pronto recordara que tenía una deuda, comenzó a subir y bajar suavemente, sintiendo mucho la penetración y penetrándose profundamente, sentándose a tope sobre mi como si quisiera atornillarse. No fue necesario mucho esfuerzo y en cuanto sintió la tibieza de mi semen cogió de su saco unas servilletas de bar y se retiró. Me limpió y se limpió ella y entonces la dije - yo tampoco tengo SIDA.
Volvimos a Cádiz y no quise despedirla. La invité a pasar la noche en casa y aceptó. A la mañana siguiente debía estar en la churrería donde colabora con la churrera en estas fiestas".
- Anda acompáñame a la estación.




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