domingo, 10 de junio de 2012

EL COLE, EL FRENTE DE JUVENTUDES Y LA TRANSICIÓN (y 3)


LA TRANSICIÓN

Mi padre recibió durante un tiempo una revista muy rollo y cuando le pregunté qué revista era esa, me dijo que era la revista Fuerza Nueva, que era cosa de política y que se había suscrito por un compromiso. La cabeza de aquello era un notario de Madrid, un tal Blas Piñar, que venía a ser la oposición oficial al Régimen. Al cabo de un tiempo pude ver montones de ellas en los locales de Fuerza Nueva e incluso salí en alguna foto en la revista. Y también vi en bastantes ocasiones a Blas Piñar.
También llevaba mi padre unos días yéndose a la cama con la radio, cosa que me extrañó porque no era radioyente. Hasta que un día no muy de madrugada, llegó uno de mis hermanos y me dijo, “mañana no vamos al cole que Franco ya se ha muerto”. Coño, pensé yo, pues qué bien. Pero también me dio cierta congoja que se acabara lo que pensé que no se iba a acabar. No por esperado resulto menos expectante. ¿Ahora qué iba a pasar? "Nada, porque Franco ha dejado todo atado y bien atado. Reinará el Príncipe y todo seguirá igual."
Al día siguiente, vi pasar por debajo de mi ventana a un amigo que iba al cole. “No hay cole” le dije, pero no me hizo caso y al cabo de un rato lo vi de vuelta corriendo como una ardilla, como intentando recuperar el tiempo perdido, como cuando al salir del trabajo se te olvida fichar o algo y vas y vuelves como una centella. Por la mañana bajé al parque de enfrente de mi casa y había allí una reunión de chavales un poco mayores que yo que se liaron a contar chistes de Franco y cosas así. “Carmeeeen, ¿hemos perdido el Sahara?- Si Paco si- Ya te dije que lo pusieras a mi nombre”. Y ¡no me lo podía creer, el gran Franco acababa de morir y estaban allí  contando chistes! Sin embargo, supongo que por aquello de mimetizarse, me sumé a las risas que tampoco fueron muchas. “Coño Carrero, ¿te han hecho santo? - no, es que no han podido quitarme el volante del coche de la coronilla”. Y valgan esos chistes como introducción a los últimos años de Franco: el asesinato de Carrero Blanco, presidente del Gobierno, por ETA; el fusilamiento de los GRAPO y de miembros de ETA; Homenaje al Jefe del Estado en la Plaza de Oriente (oportunidad que perdí para ver a Franco por una vez en mi vida); policías a reducir motines en las cárceles de Ocaña y Carabanchel o a las manifestaciones de estudiantes en la Ciudad Universitaria; La Marcha Verde, miles de moros caminando a tomar el Sahara. Yo no notaba la debilidad del Régimen porque nunca noté su fortaleza, pero sí me daba cuenta de que algo estaba cambiando, que pasaban cosas que no recordaba que pasaran con anterioridad.
Salió el Presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro en pantalla, rasgó un sobre y dijo “Españoles… Franco… ha muerto” y soltó dos lagrimones que me conmovió. Ver a un hombre tan serio llorando allí delante de toda España. Pero la conmoción vino poco tiempo después. Arias Navarro ha dimitido. ¿Por qué? “Porque van a legalizar los partidos políticos y eso no le gusta”. “Me cachis en los moros, ¡los partidos políticos!”. Y nombraron de Presidente a quien me parecía a mí un pimpollo, con esos viejos que yo había conocido, con esos bigotillos, esos trajes grises y esos discursos con tono paternalista. Adolfo Suárez,  Secretario General del Movimiento, es decir, el Jefe del partido único. ¿Y ahora qué va a pasar? “Pues que van a venir los partidos políticos y van a traer la Democracia.  El Rey es un perjuro”. ¡Madre mía, la Democracia, el Rey un perjuro!
Hubo una misa funeral en la cripta de El Alcázar, muy de madrugada. Me vio de camino una familia de militares que me llevó en coche al acto. Allí encontré a muchas personas miembros de OJE y a muchos militares a quienes conocía bien, porque eran los padres de mis amigos, aquellos amigos de barrio, pero no de bloque que ya habían pasado de ser enemigos a amigos, cuando tu mundo iba aumentando. Al final, en medio de un ambiente de gran agitación, se cantó el caralsol, con varios de los militares brazo en alto y cuando se dieron las tres voces, no sonó en estéreo, sonó lo menos en cuadrafónico y un conocido Teniente Coronel que estaba a mi lado, que fue de los que las dio, miraba furibundo alrededor en busca de quien también las dio.
El primer contacto que tuve con Fuerza Nueva, fue una misa con carácter político a la que asistí y no recuerdo si fue cuando lo de “Tarancón al Paredón”,  u otro funeral, no me acuerdo, y a la salida de la Iglesia aparecieron por una bocacalle una docena de agitadores falangistas (con boina roja)  portadores de banderas y pancartas, dando gritos y arribaspañas, que se hicieron con el cotarro y encabezaron una manifestación, no se si autorizada o no, hacia el Gobierno Civil. Iba yo acompañado de un amigo y miembro de OJE, que creo que fue su última aparición política y a este chico, ya en las puertas del Gobierno Civil, se le acercó una chica y le dijo que si podía sujetarle el palo de la pancarta. Y ahí que vemos al chaval, con una cara de panoli cojonuda, buscando dónde soltar eso y vemos a la chica de cháchara con otras, muy satisfecha de habernos involucrado. Le dije “trae”, y vociferé lo que fuera a pleno pulmón y el otro se fue retirando, hasta que reapareció la chica y se hizo cargo del palo, de la pancarta y a partir de ahí, política y socialmente de mi, porque durante esos años estuvo presente en mi vida (no, de eso no hubo nada).
Allí mismo, nos encontramos con quien era nuestro jefe de centuria, que nos dijo “Estos son de Fuerza Nueva, ni hablar de juntaros con ellos. Jacinto (el Delegado del Hogar Juvenil) ha estado a punto de soltar una arenga para que no se hicieran con la dirección de la manifestación”. Si, estaría a punto, pero no lo hizo.
Se aprobó la Ley para la Reforma Política y se llenaron las calles de manifestaciones y de banderas rojas con letras blancas. Una lluvia de siglas. ¡Madre mía! ¿Qué iba a pasar ahora? “No se que va a pasar, pero nada bueno, esta es la misma imagen de cuando la República y mira cómo terminó, que fuimos a la guerra”. ¡La guerra! Yo tenía claro en qué bando iba a estar y lo que iba a hacer, aunque no me lo creía, porque veía a la gente contenta.
La siguiente ocasión fue, que me encontré ese invierno, después de comer, a dos hermanos, amigos míos y miembros de OJE (aunque ya nos habíamos “diluido” de allí), que cuando les pregunté dónde iban, va el menor, quien era más mi amigo por cosa de la edad y me dice muy misterioso que van al búnker. Ostia, el búnker, “¿Y qué es eso?” –“el local e Fuerza Nueva, pero es un secreto” – Cojones, ¡un secreto!, “¿Y porqué es  secreto?” –Porque hemos pasado a la oposición. ¡Me cago en la leche, la oposición!, “¿Y qué es estar en la oposición esa?”- pues que antes estábamos en el gobierno y ahora el gobierno son otros y nosotros nos oponemos. ¡Qué cosas, estábamos en el gobierno y yo sin saberlo y ahora nos oponemos! Me sonaba aquello a canción protesta, a subversión. “Que se venga”, decidió el mayor.
Pues este hermano menor, que fue el que tuvo la genial idea de robar para comprar el uniforme para asistir al entierro de Franco, fue el promotor de la creación de nuestro nuevo grupo Guía de OJE. Levantó el dedo y dijo “yo quiero ser Jefe de Grupo, porfa, porfa, yo, yo, yo” y lo fue, y puso un nombre muy bucólico, que a mi me gustó mucho, Cantares de Ruta e hizo unos escuditos muy pochos, pero con una idea que a mi me encantó, pero a él no. Y este gesto de levantar el dedo y decir yo, yo, yo tiene mucho que ver con cómo veo yo la política.
Me llevaron a un chiscón de techo bajo, lóbrego y llenos de recovecos y allí me encontré a mi  jefe de centuria. ¿Cachis, pues no decías que de irse con los chicos de Fuerza Nueva nada?”. No se que explicación me dio, pero no importa, porque para gente así, cualquier respuesta les sirve y no les avergüenza nada. También fueron apareciendo varios de los chavales de OJE y otros del barrio, o del Instituto que más o menos estaban en mi ámbito social. Y uno apareció con un cartel del Rey, que fue bienvenido y puesto en la pared. Hasta que el que fue jefe de centuria de OJE dijo, “El Rey no goza de nuestra simpatía, es un perjuro”, y entonces pusieron el cartel en la puerta y se dedicaban a lanzarle dardos, viendo si eran capaces de alcanzarle aquí o allá. También dijo este personajillo, “cuidado con los falangistas, de afiliarse a Falange, nada”.
Pero allí no pasó nada, todo dejó de ser secreto, porque en realidad no lo era y nos trasladamos a un piso señorial en el centro de la ciudad. A mi la verdad, me hubiera gustado ser falangista, pero estos estaban divididos, por un lado los de las JONS, que eran cutrecillos, más mayores y no tenían ambientillo. Y por otro lado los de la Falange Auténtica, Hedillistas, que eran un grupo de amigos de un bloque de mi barrio, cuya cabeza visible era el hijo del conserje de ese bloque a quien yo he conocido (al padre) vestido de camisa azul las 24 horas del día y según me enteré, desde que José Antonio lo dijo en un mitin, que había que dejarse ver e ir al trabajo vestidos con la camisa azul (bordada en rojo ayer). Estos organizaron un mitin para lo cual alquilaron un campo de fútbol y como fueron 20, se sentaron en círculo e hicieron un coloquio y no creo que hicieran más actividades. Pero en Fuerza Nueva había algo que los otros no tenían ¡chicas! Y además estaban algunos de mis amigos y otros que se fueron sumando. Pasaba allí las tardes de los fines de semana y lo pasábamos bien. Además asistí a varios actos en diferentes localidades, lo que me enriquecía personalmente. Creo que el primer acto al que asistí fue en Aranjuez, muy emocionante, muy arribaspaña. Era una cena con discursos al final. A la cena no asistimos, pero luego a los discursos si. Blas Piñar dijo lo suyo y se puso a disertar sobre la etimología de la palabra Aranjuez. Decía que venía de Aran que significa valle y Juez que significa límite o algo así, o lo contrario, no se, lo que sí sé es que yo estaba allí con la imaginación en mi mundo, cuando de repente soltó a grandes voces ¡¡¡”y a ese valle queremos llegar, al del límite del 18 de julio!!! Y entonces se liaba lo de ¡¡¡Franco, Franco, Franco!!! que era lo que a mi me gustaba y en realidad a lo que iba.
Asistí a un acto de desagravio de un monumento que representa un ángel con espada que hay en un alto antes de llegar a Valdepeñas, que ETA había hecho volar. Dijo Piñar, “aun quedan los brazos, símbolo de la fuerza, las alas para subir al cielo (y ahora con tono mitinero) ¡¡¡y la espada firme y enhiesta del soldado!!! Y ahí, en vez de ¡¡¡Francos!!! hubo risas contenidas, porque la espada estaba más bien torcida.
A mi Blas Piñar no me caía simpático, era distante, tenía la sonrisa del comerciante y no te hablaba, además era un señor mayor; sin embargo Ricardo Alba, Secretario General era más joseantoniano, más apuesto, más atractivo, me gustaba más su voz afónica y era cercano. Estos Alba, Ricardo y los hermanos y hermanas que andaban en esto, eran sobrinos del mítico Capitán Alba, quien siendo defensor del Alcázar salió del asedio para avisar a las tropas de Franco de que la noticia de que al Alcázar se había rendido era falsa, porque se pensaron que las tropas desistirían de liberarlos y se irían directamente a Madrid. Pues el Capitán Alba, en la Venta del Hoyo camino de  Torrijos fue reconocido sin malicia por un miliciano que había servido con él en la mili. Y otro más enterado diría “¿así que es el Capitán Alba?” Y pum, fusilado.
Yo estaba en ese ambiente porque me divertía y porque me emocionaba, creo que buscaba enriquecer mi vida y se enriqueció por medio de esas emociones y esos viajecitos y amistades y  ese detestar el comunismo y ellos a nosotros. También quería que continuaran esos valores que ya se han recolocado en mi escala personal y en la realidad social, honor, patria, valentía…
Un día de Semana Santa, el sábado, salta la noticia de que han legalizado ¡el Partido Comunista!, el PCE. Aparecen de pronto una docena de autos con las banderas con la hoz y el martillo, con unos altavoces chirriando a todo volumen, lanzando mensajes y organizando una conmoción como nunca había visto. Me acerqué al local de Fuerza Nueva y llega uno de los hermanos Alba y suelta ¡”Tenemos que salir a la calle, hay que demostrar que estamos aquí”! Pues bien, salgamos, ¿qué podíamos hacer si estábamos 20 allí y podríamos reunir otros 20 en unas horas?  Cogimos dos juegos de banderas, las tres banderas tradicionales, la de España, la roja y negra de Falange y la blanca con el aspa roja Tradicionalista y nos las vimos y deseamos para encontrar seis que portaran las banderas por el centro de la ciudad, ¡los demás se habían esfumado! Casi recuerdo los nombres de los seis que salimos allí y tres por lo menos eran de los menos involucrados, por nuevos o por ser tenidos menos en cuenta y fueron quienes portaron las dos banderas Requetés que nadie quería llevar, todos queríamos llevar la de falange, que las portaron los que tenían más ascendente sobre los demás y yo me agarré a una española. Seis, y fuimos por la calle con una sensación de ridículo intensísima, muy cabreados y soltando arribaspañas a la menor provocación o mirada rara. Yo por mi parte me crucé con algunos conocidos que se rieron en mis narices y uno de ellos me dijo, ¿”qué, haciendo un poco el ridículo”? y la verdad es como me sentía, un valiente ridículo, es decir, un extremista.
A la semana siguiente, se consiguió concentrar una manifestación de coches y desde la plaza de toros llegamos al centro, donde armamos un atasco monumental y donde las aceras estaban llenas de gente que aplaudían y se desgañitaban y decían Franco, Franco y arriba España.
No podía imaginar que iba a ver a los comunistas por las calles, con sus banderas a grito pelado. Se había dicho que iba a ser una democracia sin comunistas y ahí estaban, ¡y eran tantos! Nos iban a comer, la guerra era segura porque no nos íbamos a dejar. ¿Para eso se había ganado una guerra?
A partir de la Ley para la Reforma Política, me vi envuelto en gran actividad mitinera, en la mía y en la de otros partidos a los que asistía con cautela y me quedaba horrorizado al principio y luego lo pasaba bien sobre todo si había fiesta o ponían un kiosco donde te tomabas un botellín y unos choricitos. Lo de comer gratis molaba un montón, imagínatelo si hoy, dan churros (una mierda de churros) y se forma una cola del copón. La fiesta más molona, era la del Partido Comunista, que era como una verbena, te saltabas el discurso y luego asomabas por allí el morro y si te sentías seguro o conocías a alguien te quedabas por allí a disfrutar. Al final era una referencia anual ¡hala, a la fiesta del PCE!, donde ya conocías a gente de la JGR (Joven Guardia Roja) y todavía nos reconocemos, aunque no hablamos. ¡Qué mayores los veo! Además nos encontrábamos por los bares, por las calles y compartí por ejemplo una fiesta de Fin de Año, aunque muy cutre y poco asistida.
En mi etapa mitinera, lo más importante era hacerte el importante, de modo que tenías que inventarte algo para no pasar desapercibido, es decir quedarte ahí sin hacer nada, y así una de las cosas más socorridas era hacerte abanderado, o miembro de seguridad para hacer un cordón a Blas Piñar, o buscar por entre la gente algún rojo camuflado… Lo de ser abanderado era divertido, te pillabas una bandera (yo, yo, yo) y te colocabas detrás del orador, pero como otros también querían pintar la mona, te relevabas cada 10 o 15 minutos, y eso volvía tarumba al orador y si cuando alguien de más entidad decía “ya no hay más relevos” estabas de abanderado, pues te quedabas y molabas y al final le dabas la mano a Blas Piñar y sino, pues te inventabas algo por ahí. Uno de mis inventos preferidos era encontrar el momento de iniciar aplausos y arribaspañas o Franco, Franco. Oías el ritmo de la oratoria o el tono y entonces dabas una palmada fuerte y rompía una ovación y según como fuera, colocabas unos Francos, pero había que ir cambiando de sitio para que no te identificaran como el tocagüevos que estaba jodiéndole el discurso al de marras.
Un día fuimos a la Plaza de Oriente a celebrar los aniversarios de las muertes de Franco y José Antonio y uno de esos chicos que llegaban con mucha fuerza y desaparecían con la misma, levantó el dedo y dijo “yo, yo, yo llevo la bandera, porfa, porfa”, y la llevó y se negó a ser relevado. Ese noviembre hizo un frío que cortaba el forro de los cojones, caía aguanieve y fuimos vestidos normal sólo que con camisa azul, de modo que dejamos los abrigos en el bus y nos pusimos la camisa azul arremangada, pero sobre la camiseta y el jersey, y el de yo, yo, porfa fue a pecho descubierto, el Averías le llamábamos, y al cabo de media hora hubo que llevarle medio congelado al autobús, tanto que no pudimos abrirle la mano para quitarle la bandera y hubo que sacársela tirando del palo.
Blas Piñar tardó en pedir el voto para Fuerza Nueva, le parecía mejor el voto útil contra la izquierda, hasta que un día en un mitin dijo que 100 españoles de buena voluntad habían accedido a sufragar con un millón de pesetas su campaña electoral. De modo que tenía 100 millones de pesetas. Eso fué lo que costó el único escaño que consiguió Fuerza Nueva. Nosotros siempre decíamos que lo mismo que José Antonio, Piñar tenía el respaldo de los jóvenes sin edad de votar.
Esto de levantar el dedo y decir yo, yo es la idea que tengo de los líderes políticos, que no creo que sean los mejores, sino los que más se empeñan en ser seguidos. Suelen ser personas entusiastas, simpáticas, muchas veces curiosas e imaginativas, con iniciativa y constancia, pero que se postulan ellos mismos, no son los demás los que les señalan, y los demás que también podíamos postularnos, nos quedamos ahí dejándonos dirigir por esos personajillos que en el mejor de los casos tienen buena voluntad. Pero la culpa no es de ellos, es nuestra.
Hice campaña a favor del NO en el referéndum de la Reforma Política. No tenía edad para votar y ahora me alegro, porque hubiera votado NO. No voy a comparar, pero Fraga no votó a favor de la Constitución. En un momento dado me acerqué por Falange y ¿adivináis quien estaba allí? ¡El jefe de centuria de la OJE! El caso es que me afilié, “de ir con los Hedillistas nada”, pero a las 24 horas saqué fuerzas y me desapunté. Solo por no coincidir con quien no gozaba de mi confianza ni yo de la suya y sigue sin tenerla. Creo que la simpatía es mutua. En cualquier caso, siento más respeto por aquellos que tomaron partido, el que fuera, que por los que se quedaron de brazos cruzados mirando y esperando lo que fuera a pasar.
Pero aquella época fue políticamente muy dura. Los rojos por las calles, ruido constante de sables, atentados terroristas de varias bandas, GRAPO, FRAP, ETA, la ultraderecha con el terrible asesinato de los abogados laboralistas, Montejurra. Carrillo y la Pasionaria en el Congreso. El terrorismo de ETA, siempre a punto de terminar con ella, siempre dando los últimos coletazos (mentira, y mentira es hoy que esté acabada) fue en progresión, en campañas bien estructuradas, primero contra los militares, cayendo como conejos uno a uno, el famoso tiro en la nuca, luego contra la Policía Armada o Nacional con un terrorismo de pon la bomba y corre, secuestros de políticos e industriales, el impuesto revolucionario, cambio de objetivo, contra la Guardia Civil, con un terrorismo más técnico, por medio de la explosión a distancia con centenares de kilos de explosivos y víctimas por doquier.
No quiero minimizar las acciones de los Guerrilleros de Cristo Rey, pero lo cierto es que nunca los vi, y es más, no creo que existieran como tal. Pienso que eran fanáticos incontrolados, que hablaban de lo que había que hacer y cuando se atufaban con la droga permitida por ellos, el güisqui,  sacaban la pistola y liaban una y se retiraban al grito de ¡Viva Cristo Rey! O aquellos que iban a las universidades y mezclados entre los estudiantes, que también lo eran, aprovechaban para inflarse a dar palos o cadenazos y abrir las cabezas que pudieran. Yo fui un día a ver a un amigo de Derecho y hubo un enfrentamiento espontáneo con Filosofía y en un quítame allá esas pajas, nos acercamos hacia Filosofía y empezaron a huir despavoridos, rompiendo ventanas y saliendo por cualquier sitio. Nos acojonamos tanto que ahí quedó la cosa. Pero me enseñaron los recortes de la noticia. “Ataque ultraderechista a la facultad de Filosofía”. ¿?
Yo soy potencial objetivo de ETA y es curioso las distintas opiniones que se tienen al respecto del terrorismo en función de si te crees objetivo o no, como por ejemplo cuando ETA cambia de objetivos y asesina a un profesor, o a simples concejales. ¡Ah, la cosa cambia!
No fue de extrañar que llegara el intento de Golpe de Estado de febrero del 81. Os parecerá una tontería, pero temí que fueran a buscarme para intentar algo. Yo a los 17 años me fui a la mili y fue una ocasión excelente para ir quitándome de en medio. Quería ser militar como muchos otros de mis amigos y esa fue la razón de que la mayoría no nos afiliaramos a partido ninguno. Creo que los militares hicieron bien en no querer que nosotros lo fuéramos, no por la cosa política, sino porque mucho preparar las pruebas físicas, pero de estudiar nada. Pero yo estaba considerado en el ambiente político como un elemento fascista seguro. Acababa de licenciarme. Ese día había estado con un amigo comiendo un bocata en su coche, disfrutando del buen tiempo y le dije que pusiera la radio para escuchar las votaciones, a ver si oía lo que votaba Blas Piñar, cuando… Por la noche, viendo el Golpe de Estado como el que ve un partido de fútbol, llamaron a la puerta y lo que me vino a la cabeza fue eso, que podían venir a buscarme mis antiguos camaradas para tomar la radio o algo así. Le comenté a mi padre y no dijo nada. Se que algunos amigos rojos se escondieron donde creyeron que no les encontrarían y pasaron la noche hablando y fumando canutos.
Cuando Santiago Carrillo se hizo detener, con esa peluca, me pareció el demonio mismo, ahí sentado en una mesa fumando, ¡el asesino de Paracuellos! Sin embargo se ha ido haciendo una imagen política muy importante. Participó con mucha cautela en la transición, apoyando a los sucesivos gobiernos con su moderación, conteniendo a los suyos cuando las cosas les iban mal o les atacaba el terrorismo. Supo ganarse a la audiencia cuando era entrevistado en televisión. Recuerdo un programa en el que salió Mari Carmen (la de los muñecos) en el que doña Rogelia le decía “dices verdades como puños, como puños” y se tronchaba de risa y todos aplaudían. Hoy día, es un icono de la política y un héroe de la Transición. Veréis cuando muera.
Sin embargo Dolores Ibarruri, la Pasionaria, no consiguió nunca simpatía alguna. No cambió el discurso, no evolucionó, tuvo una vida política activa en el terrible régimen comunista de la URSS y se le notaba. Un día, en una entrevista televisiva contó cómo al día siguiente de ganar el Frente Popular, que llevaba en su programa la amnistía general, se presentó en la Cárcel Modelo y pidió al Director que soltara a los presos y como éste se negara, amenazó con asaltarla pudiendo crear un derramamiento de sangre. Y lo contaba tan satisfecha. Yo le habría dicho, ¿pero no estaba en un régimen democrático?, ¿no tendría que haber esperado a que tomara posesión el nuevo gobierno?, ¿no debían hacer antes una ley de amnistía?, ¿te extraña que se diera un golpe de Estado?

¿Qué va a pasar? Pregunté por enésima vez, “que se va a prohibir democráticamente lo que antes se prohibía por Decreto” Y no iba descaminada la respuesta. Yo digo además, que se empezó a permitir lo que dejó de permitirse por oler a naftalina o parecía casposo. No sólo permitir, sino que desapareció todo lo que olía a franquismo, a régimen anterior, se vaciaron las plazas de toros, los campos de fútbol, perdió fuerza la zarzuela, la Semana Santa que dejó de hacerse mención en los medios de comunicación y dejaron de retransmitirse procesiones, el flamenco, la religión, para volver a reaparecer con más fuerza si cabe y con más retransmisiones televisivas que nunca, y también han vuelto los militares a las procesiones y el chunda, chunda y la gente empieza de nuevo a sentir orgullo de ser español.

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